2/2/17

La primera partida de ajedrez

Había una vez en un país muy lejano un gran valle rodeado por dos grandes montañas. En una de ellas se emplazaba un castillo de color blanco y en la otra uno de color negro. Cada uno de los castillos con sus torres, albergaba al rey con su reina y obispos, los que disponían de peones y caballos para realizar las tareas domésticas. La piel de los habitantes eran del mismo color de los castillos y vivían aislados y en paz.
Sin embargo, las tensiones habían crecido en los últimos años por el usufructo de los espacios del valle que vinculaban a ambos castillos. Fue así que comenzaron a delimitarse zonas de posesión exclusivas, pintándolas de color blanco o negro según los casos, hasta que llegó un momento en que la tensión llegó al máximo y la confrontación se hizo inevitable.
Por tal motivo, los reyes crearon sus propios ejércitos, convirtiendo a los peones en valientes soldados que no debían retroceder nunca y adiestraron a los caballos para saltar sobre los obstáculos que se le presentaran. Finalmente se inició la batalla en ese valle de color blanco y negro, sobre el que se jugaba el destino de los habitantes de ambos castillos. 
Esa confrontación disgustó a Dios y al ver desde el cielo aquel espectáculo de espacios blancos y negros, con su inspiración divina creó el juego de ajedrez para resolver el problema. Luego llamó a ambos reyes, les pidió que suspendieran la disputa. Entonces, enseñándoles las reglas del juego sobre un tablero blanco y negro, les propuso dirimir el diferendo en una partida para evitar el derramamiento de sangre. El que ganara se quedaría con las tierras, pero si empataban deberían comprometerse a llegar a un arreglo y firmar la paz. Ambos reyes aceptaron la propuesta, y le pidieron un plazo de treinta días para prepararse en el estudio del juego.
De esa manera, luego de una intensa práctica, al concluir el plazo establecido, en aquel país lejano se disputó la primera partida de ajedrez de la historia de la humanidad. Sobre un pequeño tablero blanco y negro resplandecieron las piezas que representaban a los contendientes y las jugadas realizadas por los reyes de los respectivos castillos crearon hermosas combinaciones.
Sin embargo, Dios intervino sutilmente en la mente de los reyes, ayudando con su infinita inteligencia a uno y otro en la contienda, de modo que se fueran diluyendo las posiciones ganadoras, hasta que finalmente quedaron en el tablero sólo las figuras de los reyes en completa igualdad.  De ese modo, la primera partida de ajedrez disputada en el mundo fue tablas. Entonces, los reyes cumplieron su palabra y decidieron firmar un pacto de paz y amistad para siempre, repartiendo el valle en partes iguales y desde entonces, los reinos blancos y negros viven felices en sus respectivos castillos.
Y desde aquel día en que Dios creó el juego de ajedrez, en una trama de tiempo sublime e inmortal, todos hombres del mundo pueden disfrutar de una confrontación en paz, envueltos en el goce estético de un errante laberinto de sutiles y hermosas combinaciones.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.




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