14/6/19

Remordimiento

Cállate remordimiento y dime qué tengo que hacer para que me dejes. Es cierto que me equivoqué y perdí la gran oportunidad ajedrecística de mi vida, porque con solo empatar ganaba el torneo. ¿No te parece que ya he tenido suficiente sufrimiento con haber perdido tan tontamente esa partida?

Por favor, márchate de mi conciencia, vuelve de donde viniste y déjame dormir tranquilo. Ya no soporto más que me reproches el hecho de no haber aceptado las tablas. Es que yo no quería especular dado que tenía una posición superior, y nunca pensé que luego iba a perder por no ver una sencilla jugada ganadora de mi rival.

 


12/6/19

Rey acosado

La reina blanca pensaba en destruir a la reina contraria que estaba acosando a su rey con una serie de jaques amenazadores. Pero en realidad, al rey blanco disfrutaba cada vez que era jaqueado por aquella bella reina negra enemiga. 

 

8/6/19

El nieto ajedrecista

El acelerado desarrollo tecnológico en el mundo, lo había superado por completo al abuelo. Los cambios habían sido tan veloces en los últimos tiempos que manipular la computadora o el celular era una especie de proeza inalcanzable para él. Pero igual seguía adelante, cumpliendo un rol importante acompañando a su pequeño nieto, que vivía entusiasmado con el juego de ajedrez.
— ¡Abuelo! ¡Vení que ya encendí la compu!
Una imperativa voz infantil lo llamaba desde el living.
— ¡Vamos abuelo!, ¿qué es lo que esperás?
Sus huesos cansados crujieron cuando se levantó del cómodo sillón donde estaba reposando y fue a ver a su nieto, que ansioso le estaba esperando sentado frente a la computadora.
— ¡Vení! ¡Mirá que bueno está esto!
Cuando el abuelo se sentó en la silla junto a la computadora para seguir las vicisitudes del juego, las piezas en el tablero de ajedrez aparecían en la pantalla bastante pequeñas y difusas ante sus ojos. En su juventud había sido un buen jugador de ajedrez y ganado varios torneos, pero ahora en la vejez las neuronas de su cerebro ya estaban oxidadas.
— ¿Ves? tengo mejor posición y ahora la estoy atacando con todo.
— Sí, ya veo —, le dijo, tratando dificultosamente de analizar la posición a que había llegado su pequeño nieto en la partida.
El abuelo era el compañero ideal para ese niño ajedrecista, porque satisfacía incondicionalmente todos sus requerimientos y siempre festejaba efusivamente sus logros. Si bien sus padres lo mimaban, él era para su nieto un derroche de complacencia.
— Vamos abuelo, ¿te parece buena esta jugada?
— Me parece buena , pero tené cuidado por si dejaste colgada alguna pieza —, le contestó, como siempre lo hacía como forma de salir del paso rápidamente.
— Bueno, yo juego pero vos quedate a ver esta partida conmigo.
Ambos como en un acuerdo tácito se hacían mutua compañía. Después que falleció su esposa, la familia de su hijo habían venido a vivir con él y la presencia de su nieto eran ahora una inagotable fuente de alegrías y satisfacciones.
De pronto, su hijo apareció en la escena.
— Hola ¿A que están jugando? —, les preguntó.
— ¡Estamos jugando al ajedrez contra la computadora con el abuelo, papá. Quedate con nosotros para ver la partida.
Después de unos momentos los tres estaban con los ojos fijos en la pantalla, unidos por un indestructible lazo de afecto. Eran tres generaciones con sus corazones palpitando juntos.
— Sigan ustedes, que yo me voy a tirar un rato en la cama –, les dijo el abuelo, como forma de descansar, aprovechando que la llegada de su hijo lo relevaba momentáneamente de la demandante presencia de su nieto para acompañarlo frente al tablero.
— ¡Chau abuelo! —, le contestó su nieto agitando su mano como despedida , con esa inagotable energía que lo caracterizaba, y mientras él iba caminando lentamente hacia su cuarto, sentía como resonaban en su oído las risas del niño, apabullando a la computadora con sus jugadas. 
Al llegar allí, el viejo se acostó rápidamente en la cama para dormitar un poco, dado que necesitaba un urgente descanso para reponerse. Con el paso de los años, lamentablemente su mente ya no estaba preparada para seguir el vertiginoso ritmo de ese ajedrez de la vida moderna, pero el cariño que tenía por su nieto nunca lo haría abandonar la partida.



Participación I Certamen de Narrativas. Mi abuelo y yo.

Centro de Jubilados y Pensionados Centenario.

Pergamino. Buenos Aires. Argentina. Septiembre 2023.


6/6/19

Extraño rival

Les puedo describir con absoluta certeza como han ocurrido los hechos, pero ahora no puedo evitar la impresión de ser perseguido por una infinidad de fantasmas invisibles que acechan y perturban mi mente sin darme tregua.
Que quieren que les diga, mis amigos dicen que soy un loco por el ajedrez y algo de razón tienen, pero en realidad soy solo un viejo jugador apasionado por ese juego. Les cuento que todos los días que tengo que viajar en el tren para ir a la oficina en el centro de Buenos Aires, llevo alguna revista de ajedrez para resolver algún problema o leer mentalmente alguna partida, como forma de disfrutar de ese tiempo, sumergiéndome en el mundo de los trebejos.
Un día, me puse a leer con sumo placer una de las partidas que habían jugado Bobby Fischer con Tigran Petrosian en el teatro Municipal San Martín en Buenos Aires durante 1971 en un mach por la candidatura, que justamente yo había presenciado en mi juventud.
Estaba concentrado con mi mente en la partida cuando percibí que un hombre sentado frente a mi, me miraba con detenimiento. Fue al levantar la vista cuando lo ví. Era la inconfundible imagen flaca y alta del gran Bobby Fischer de aquella época, quien vestido con traje y corbata me miraba con curiosidad, interesado en lo que yo estaba leyendo.
Quedé totalmente sorprendido y luego de constatar que estaba bien despierto y no soñaba, le dije que se parecía mucho a Bobby cuando era joven y le pregunté tímidamente si tenía algún parentesco con él.
ꟷ Es que yo soy Bobby Fischerꟷ, me dijo con convicción.
No puede menos que sonreír. Evidentemente era un impostor, ya que Bobby había muerto hacía ya algunos años y por otro lado hablaba en un perfecto castellano.
ꟷ Me estás engañando, si bien te pareces mucho, vos no sos Bobby ꟷ, le dije.
ꟷ Soy el mismo que jugó el mach con Petrosían en Buenos Aires ꟷ me contestó.
Entonces, pensando que era una broma, porque seguramente él había visto la revista que yo estaba leyendo, se me ocurrió una idea brillante para desenmascararlo.
ꟷ Si sos realmente Bobby Fischer te invito a jugar una partida ꟷ, le propuse con una amplia sonrisa.
Yo estaba seguro que no habría de aceptar, porque no cualquiera que sepa bastante de ajedrez juega una partida a ciegas sin tablero de por medio.
Sin embargo, de inmediato él aceptó de muy buena gana el convite, comentándome que hacía hacía mucho tiempo que no jugaba al ajedrez y que cuando perdía se ponía muy triste.
ꟷ ¿Quieres que te dé alguna pieza de ventaja ꟷ, le pregunté con ironía.
ꟷ No necesito ninguna ventaja para ganar, y te dejo salir con blancas si quieres ꟷ, me contestó con una seguridad aplastante, ante mi completa sorpresa.
Comencé la partida diciéndole e4 y me contestó al toque con e5, transformándose rápidamente la partida en una variante de la Ruy Lopez. Ya al salir de la apertura, ante las jugadas seguras y precisas de mi contrincante, yo estaba en graves problemas y finalmente luego de perder material y encontrándome en una situación desesperada, tuve que inclinar mi rey virtual, sin poder creer aún lo que había ocurrido.
Evidentemente se trataba de un jugador de mucho nivel y todo indicaba que efectivamente había jugado con el mismísimo Bobby Fischer. Era como si su alma se hubiese corporizado con su joven figura.
Estaba muy anonadado y sorprendido, porque seguía pensando que todo aquello no podía ser y era imposible, pero cuando le iba a preguntar más detalles para aclarar bien las cosas, mi extraño rival se levantó presuroso y aprovechando que el tren ya partía de una estación, desapareció para siempre de mi vista con una sonrisa en los labios.
Que quieren que les diga, mis amigos algo de razón tienen cuando dicen que soy un loco por el ajedrez y ahora pienso que también tienen algo de razón cuando dicen que todo fue un desvarío producto de mi imaginación. Pero lo cierto es que en aquel momento fue para mí un hecho absolutamente tangible y perceptible, que me llenó de emoción.