El ambiente estaba fresco y el
día era ideal para cabalgar, mientras sostenía con cuidado a su hermoso caballo blanco a fin de practicar la forma de realizar unos saltos con él. Al principio le había
resultado difícil determinar con precisión la manera de encararlos, pero poco a
poco, fue adquiriendo confianza en los movimientos.
De pronto escuchó a su madre que lo llamaba:
― Nene, terminá de practicar con ese caballo y vení a almorzar.
Entonces, resignado, el niño dejó el juego de ajedrez en el living y con una pícara sonrisa, se dirigió trotando al comedor.
De pronto escuchó a su madre que lo llamaba:
― Nene, terminá de practicar con ese caballo y vení a almorzar.
Entonces, resignado, el niño dejó el juego de ajedrez en el living y con una pícara sonrisa, se dirigió trotando al comedor.