27/12/21

La vida por delante

Se despertó cuando el sol asomaba sobre los edificios de la ciudad. La mañana había avanzado y no había escuchado la campanilla del despertador. El suyo fue un sueño sobresaltado, poblado de imágenes y sonidos familiares, cargado de anhelos insatisfechos que lo perseguían sin cesar. 

Hacía varios días, luego de sentir un profundo dolor en el pecho, se desmayó durante la partida que estaba disputando en un importante torneo de ajedrez. Los médicos le diagnosticaron que tenía una afección muy grave en el corazón, por la que debía dejar para siempre las competencias ajedrecísticas, justo cuando estaba ya por alcanzar la consagración.

El futuro se le presentaba ahora como una larga travesía a través de un camino poblado de peligros, indefenso, y privado de su mejor arma, sin saber qué rumbo tomar y sin un horizonte por alcanzar. Al levantarse, la cara en el espejo del baño le devolvía una triste imagen, acorde con la noche que había pasado.

“Voy a llegar tarde al turno con el médico”, reflexionó. Realmente no le importaba. Para él esa enfermedad representaba una jaula en la que se encontraba prisionero, impedido de levantar vuelo. Se vistió con desgano. Echó un último vistazo a la imagen que se reflejaba en el espejo. Un hombre joven, de cabello negro, rostro reflexivo y mirada melancólica.

Se dirigió al balcón y por un momento se quedó parado observando. Allá abajo, en la calle, cientos de personas circulaban apuradas tratando de llegar a sus destinos. No podía dejar de pensar que tras cada uno de ellos se escondería alguna historia irrealizable.

Un largo suspiro puso fin a sus cavilaciones. “Después de todo aún soy joven y tengo la vida por delante”, se dijo, aferrándose a esa frase que había escuchado tantas veces. Sus ojos vagaron por última vez sobre el paisaje de la ciudad antes de dirigirse hacia la puerta. Algo se había quebrado en su interior. Se había apagado el fuego sagrado, la llama votiva. El motor que lo motivaba había dejado de funcionar. Ya no era más que una máscara que escondía el vacío que había dentro de él. Era cierto que le quedaban muchos años por vivir, pero lo envolvía la incertidumbre.

Y pensando que tal vez en el futuro la herida de su corazón terminaría por sanar, salió a la calle para enfrentar al médico, con la resignada determinación de seguir adelante y la esperanza de reencontrar sus ganas de vivir en algún paraje seguro del camino.

 


 

26/12/21

Dulce sonrisa

Estaba esperando que me sirvieran el café en el bar que concurría asiduamente. Hacía tiempo para que llegara la hora de comenzar el nuevo torneo internacional que había organizado el club de ajedrez que se encontraba a unas cuadras de allí. Mientras tanto me entretenía analizando la apertura que emplearía en la partida con mi pequeña tablet.

Al traerme el café el mozo, levanté la cabeza y la vi. Acababa de llegar y estaba buscando una mesa para sentarse. Era una rubia muy guapa, alta, delgada y de ojos claros, que vestía con estilo. Fue al cruzar nuestra miradas cuando descubrí una cierta empatía hacia mí, porque al mirarme, ella esbozó una dulce sonrisa y se sentó en una mesa muy cercana a la mía. Si bien siempre fui bien parecido, estuve pensando emocionado que habría visto en mi, para propinarme tan encantadora sonrisa.

Al aparecer el mozo ella tomó la carta y le señaló el pedido. Era evidente que se trataba de una turista extranjera que no dominaba el idioma español y mientras esperaba el pedido, comenzó a leer con interés una revista de modas que traía consigo. Cuando el mozo llegó con el té, ella le dio las gracias con un asentamiento de su cabeza, tomó un sorbo y continuó con la lectura.

Estaba tan abstraído mirándola, que me sobresalté cuando sentí que alguien me tocaba el hombro. Era nada menos que un amigo ajedrecista que también iba a participar del torneo.

Hola, no sabía que venías a este bar antes de ir a jugar al ajedrez.

Generalmente salgo temprano de la oficina y paso siempre por aquí para hacer tiempo, distender los nervios tomando un café y aprovechar para analizar tranquilo alguna variante. Sentate conmigo, ¿quieres tomar algo?

Pedime un café. ¡Mirá quien está ahí!, me indicó con un movimiento de barbilla. La rubia esa es una jugadora alemana que fue invitada a participar en el torneo de ajedrez. Dicen que juega muy bien.

Entonces, tomé un sorbo del pocillo de café y la volví a mirar desilusionado. Evidentemente no me había sonreído por mi estampa varonil, sino porque le había llamado la atención veme jugando al ajedrez con la tablet.




9/12/21

Adiós a las piezas de ajedrez

Hoy que celebramos el inicio del año 2100, les deseamos muchas felicidades a todos los amigos ajedrecistas del mundo y aprovechamos para darles el adiós a nuestras queridas piezas de ajedrez. En efecto, el uso del tablero con las piezas, poco a poco fueron desapareciendo como herramienta física para la disputa de las partidas de ajedrez. Lo cierto es que en la actualidad prácticamente ya no se juegan las partidas como se hacía antiguamente. Muchos tableros y piezas de ajedrez, por sus artísticos diseños, o por haber sido empleadas en partidas trascendentales del pasado, han comenzado a ser expuestas en museos y clubes, donde permanecerán para siempre como recuerdo en nuestros corazones. El caso es que con el avance de los programas informáticos para jugar on-line, y su adaptación a los hábitos y costumbres de las sociedades, casi nadie notó la progresiva disminución de aquella tradicional manera de jugar. Por suerte, hoy más que nunca, en el comienzo de este siglo 22, el juego de ajedrez sigue disputándose exitosamente en este mundo globalizado, enmarcado en los monitores de celulares, tablets y computadoras.

 



4/12/21

Pesadilla

De pronto comencé a sentir una pesadez en todo mi cuerpo y me atacó una especie de sopor. Me encontraba inmovilizado en el blanco y negro de un inmenso tablero de ajedrez, donde no se alcanzaba a ver el final. Mientras un caballo al galope se apartaba de mi alzando sus crines al viento, los peones se alejaban para tratar de sobrepasar el alcance de mi mirada. Los reyes y las damas aparecían difusos en mi campo visual, envuelto en ese escenario gigantesco. De repente, escuché a lo lejos el grito de ¡Jaque mate!. Entonces, al despabilarme de mi temporaria somnolencia, toda aquella pesadilla se esfumó a un ritmo vertiginoso. Frente a mí estaba sentado mi nieto, quien me miraba sonriendo y abría los brazos, celebrando su resonante triunfo.

 



20/11/21

Resarcir la herida

Rebosando de aromas la mañana,

desperté recordando la partida,

lleno de tristeza por la caída ,

mientras el sol veía en la ventana.


Y al envolverme una ansiedad temprana

decidí jugar en forma aguerrida,

para tratar de resarcir la herida,

en mis noches de lucha cotidiana.


Buscaré evitar todos mis descuidos,

y aunque el tiempo se deslice volando

aplicaré planes bien concebidos.


Cuando mi juego vaya mejorando,

calmaré estos dolores producidos

y al ajedrez me repondré ganando.

 


 

19/11/21

La celada

Era una partida rápida a tres minutos con dos segundos de recupero por jugada. Había quedado bastante bien en la apertura, pero poco a poco, mi adversario fue adquiriendo una posición dominante en el medio juego. A todo esto, al avanzar la partida, el reloj me estaba dejando casi sin margen de reflexión. Me quedaban ya pocos segundos para perder por tiempo y empecé a sentirme agobiado e inquieto. Por suerte pude realizar al toque varias jugadas obvias y de ese modo recuperé algo de tiempo, pero mi posición seguía siendo muy delicada.

Fu allí que de pronto como un relámpago apareció iluminada ante mi vista la posibilidad de realizar una celada entregando mi dama. Entonces, para desconcertar a mi rival busqué que esa jugada le pareciera como un descuido mío fatal, producto de mis nervios y de mi falta de tiempo. Pero si me comía la dama, dando jaque con el alfil le daría luego mate apoyado por mi torre.

¿Caería en la celada? De todas formas no me quedaba otra alternativa y el tiempo se me agotaba. De modo que jugué el caballo dejando la dama colgada, poniendo cara de inocencia. Luego de realizar la jugada, fingí al instante un gesto de contrariedad y cuando mi rival me miró a los ojos, sorprendido e incrédulo, yo puse mi mejor cara de circunstancias.

Pero mi rival dudó, sujetándose la cabeza con ambas manos y mientras avanzaban los segundos de su reloj, el silencio era sobrecogedor y el corazón me latía con fuerza. Hasta que cuando ya no le quedaba nada de tiempo se decidió y no tomó mi dama de regalo, comiéndose la torre y evitando así mi solapada amenaza. Finalmente luego de realizar ambos varias jugadas al toque, no me quedó otra que abandonar. Al despedirnos dándonos la mano mi adversario me dijo con una sonrisa:

—Casi caigo en tu celada y tuve suerte, porque a pesar del poco tiempo que me quedaba y de tus actuaciones actorales, pude darme cuenta que la dama estaba envenenada. 

 


 

 

17/11/21

Momentos de felicidad

Cuando el anciano abrió los ojos lentamente en esa tibia mañana miró el reloj de reojo. Eran casi las siete. Ya era de día, pero tenía sueño y era muy temprano para levantarse en ese domingo. Se dio vuelta arrellanándose entre las sábanas, ubicando la cabeza lo más cómodamente posible sobre la almohada. Nada lo complacía tanto como permanecer en un placentero estado de somnolencia.

Era un ser que vivía solitario en este mundo y no era como otras personas que debían saltar de la cama apenas se despertaban, incapaces de abstraerse de las demandas de la realidad. Cuando volvió a mirar el reloj, ya eran pasadas las diez de la mañana y no sabía bien si en ese lapso se había dormido o había permanecido despierto.

Se sentó en la cama, refregándose los ojos. Se levantó y como todas las mañanas tomó su ducha caliente. Una vez finalizado se secó y se vistió, y luego de prepararse el desayuno salió a la calle. A pocos pasos de su departamento, el parque estaba poblado como todos los domingos por la mañana. Allí estaban los niños corriendo de aquí para allá, y bajo la sombra de los árboles distinguió a sus viejos amigos jugando en las mesas de ajedrez. Ellos constituían los únicos vínculos afectivos que aún le quedaban, en la soledad de su vida.

Contempló el panorama con deleite. En ese día primaveral el parque estaba esplendoroso. Envuelto en la fragancia de las flores el anciano cerró los ojos e inspiró profundamente. Era una época de renacimiento, donde la naturaleza se regeneraba y los sueños reverdecían con nuevas oportunidades. Para él era una tregua que lo alejaba de los sombríos pensamientos que le traían esa permanente soledad de su vejez .

Y en esa soleada mañana de domingo de primavera, decidido a disfrutar de esos momentos de felicidad, el anciano se dirigió prestamente hacia donde estaban sus amigos para jugar sus habituales partidas de ajedrez. 

 


 

11/11/21

Comentarios en una partida rápida de ajedrez

Jugada 1

— Hola, empezaste con lo que para mí es P4R, ¿e4 es lo tuyo no? Perdóname por lo de ayer. Ya sabes que desvarío cuando pierdo y digo pavadas !Ojo que si ahora te gano, luego no quiero excusas!

Jugada 3

— Vamos por esa variante de los cuatro caballos.

Jugada 7

— Bueno, veo que tratas de fortalecer el centro ¡Voy a tratar de romperlo avanzando este peón!

Jugada 11

—¿Quieres cambiar para simplificar la posición? No te voy a dar el gusto: ¡Jaque al rey!

Jugada 12

— ¡Que cobardón es tu rey, se esconde tras el peón! Pero ahora me acerco con mi caballo y ya vas a ver.

Jugada 13

— ¡Estoy más lento que nunca! ¡Me quedé pensando porque estaba convencido que ibas a cambiar el caballo ¡Voy a jugar de una vez por todas porque si sigo así pierdo por tiempo! Estoy seguro que no viste este movimiento de mi alfil.

Jugada 19

— ¿Esta jugada hiciste? ¡Como puede ser que no haya visto este jaque descubierto! Maldición, !No lo puedo creer!. Muevo el rey, no me queda otra.

Jugada 20.

— ¿Te gustó más la dama no? Pero con torre y alfil te la sigo todavía.

Jugada 24

— Este sacrificio de torre no lo vi y el mate es inevitable. Bueno nene, parece que no tengo nada que hacer: ¡Abandono! Pero te digo una cosa: ¡Deberías ser más considerado y no quedarte siempre callado, cuando jugás al ajedrez con tu abuelo!

 




 



16/10/21

Recuerdo de mi madre

En esa tarde de verano disfrutaba del hermoso paisaje caminando por la costanera que bordeaba el mar de una importante ciudad turística. Me dirigía a disputar una partida de ajedrez en un torneo que allí se había organizado, en el que yo había sido invitado. De pronto, pasó junto a mí una combi de turismo que se desplazaba muy despacio, la que me llamó poderosamente la atención porque me pareció distinguir el rostro de mi madre en una de sus ventanillas. Ello hizo que resurgiera nuevamente en mi mente aquella tragedia acaecida en mi niñez.

— Por favor mamá, bajá de esa combi que quiero que me acompañes a jugar al ajedrez —, le grité con todas mis fuerzas al ver que me miraba, tratando de salvarla antes de que el vehículo se perdiera de mi vista.

 


 


 

3/10/21

Aptitudes naturales

Cuando llegaban a su casa trayendo a su hijo que había ido a buscar a la escuela, la madre se encontró con una amiga que era una pintora renombrada y daba clases particulares, quien luego de saludarla amablemente, le preguntó sonriendo:

—¿Como anda tu hijo en el colegio?

— La verdad es que anda muy bien. La semana pasada ganó el torneo de ajedrez de la escuela y tiene muy buenas clasificaciones en todas las materias. La única excepción es en dibujo, porque no le gusta y como no le dedica mucha atención, voy a tratar de hacer algo especial para incentivarlo —, le contestó.

—¿Qué harás? — le preguntó la amiga.

— Lo pondré de inmediato a estudiar dibujo contigo ¿Que te parece?

La pintora amiga la miró sorprendida. Pero se repuso rápidamente y le contestó dándole un consejo:

— No me parece bien, creo que deberías ponerlo a tomar clases particulares con un profesor de ajedrez. Pienso que es mejor aprovechar el tiempo en desarrollar las aptitudes naturales del chico y no castigarlo a esforzarse inútilmente en hacer algo que no le gusta.

 


 

1/10/21

Viejo grupo pimponero

El antiguo bar de mi barrio es uno de los pocos que todavía resisten el inexorable embate del tiempo y del progreso. Al atravesar sus puertas se emprende un viaje a un pasado no muy lejano, que aunque definitivamente perdido en el tiempo, sigue aún vivo en mi memoria .

El salón cargado de reminiscencias de otra época brinda un ambiente acogedor. Las mesas, las sillas, el mostrador y la máquina de café, son las mismas de antaño. Sin embargo, pueden verse nuevas luminarias, un equipo de aire acondicionado y la computadora, que evidencian algunos signos de adelantos tecnológicos. De todas maneras, lo nuevo y lo viejo conviven en paz, cumpliendo sus funciones y complementándose mutuamente.

Recuerdo como si fuera hoy cuando en mi juventud entré allí por primera vez acompañando a mi padrino, que se reunía con un grupo de amigos todas las tardes para jugar partidas de ajedrez ping-pong. Se llamaban así a las partidas rápidas a cinco minutos por jugador, usando relojes de ajedrez analógicos que contenían unas agujas que caían cuando se cumplía el tiempo. Mi padrino era muy querido y ese afecto se extendió hacia mi persona. Como yo era un apasionado por el ajedrez, me dejaron prender al grupo de inmediato.

Como los ganadores siempre permanecían en los tableros, y los perdedores iban rotando, cuando yo no jugaba, miraba con ojos asombrados todo aquel espectáculo ajedrecístico. A decir verdad, disfrutaba mucho de las discusiones y peleas por algunas jugadas incorrectas o prohibidas, o si se había caído o no la aguja del reloj, pero la sangre nunca llegaba al río. Al día siguiente todos conversaban animadamente como si nada hubiese sucedido.

Los amigos de mi padrino constituian un grupo social de lo más heterogéneo, tanto en sus formas de ser, como en sus simpatías por algún equipo de fútbol o partido político. Parecía como que todos juntos conformaban un cuadro pintado por la paleta de algún genio travieso. Pero con el correr del tiempo el grupo se fue achicando. Mi padrino falleció y algunos de sus amigos le siguieron más tarde. Yo me prometí que seguiría asistiendo y de aquel célebre grupo, ahora solo quedamos unos pocos.

A veces, cuando llego temprano como hoy, pido un café y espero en soledad a algún integrantes de aquella cofradía que aún queda en pie. Y si eventuamente alguno hace su aparición, pedimos rápidamente un juego y nos ponemos a pimponear con uno de aquellos viejos relojes de ajedrez.

 


29/9/21

El tiempo juega en el ajedrez

En esa partida rápida de ajedrez blitz a tres minutos con dos segundos de recupero, el jugador empezó a consumir más tiempo que su rival buscando los mejores planes, ideas y jugadas posibles. Pero a medida que avanzó el juego, su tiempo comenzó a escasear, aunque su posición era claramente ventajosa. Finalmente, solo le quedó un segundo disponible en el reloj para jugar.

Para no perder, le dio rápidamente jaque al rey enemigo pensando que con los dos segundos de recupero y el tiempo que tardaría su rival en realizar su jugada, podría esbozar algún plan para ganar la partida. Pero éste, advertido de su falta de tiempo, movió el rey al toque. Desesperado volvió a darle jaque sin poder pensar nada, y al instante el rey enemigo retornó a su posición anterior.

Entonces, le dio nuevamente jaque con la remota esperanza de que su rival al verse en posición inferior, volviera nuevamente al mismo lugar, y lograr luego con un nuevo jaque unas tablas angustiosas por repetición de jugadas. Pero esta vez el rey enemigo movió al toque hacia otra casilla, donde ya no podía darle jaque, y la pequeña duda mental que le produjo esa jugada, fue suficiente como para perder la partida por tiempo.

Y como es frecuente en los jugadores de ajedrez, justificó interiormente su derrota pensando que había jugado mejor que su rival y que de no haber sido por dicho apuro, hubiera ganado la partida. Como si el tiempo en el ajedrez, y fundamentalmente en el blitz, no fuera un factor importante del juego.

 


28/9/21

Agradecimiento ajedrecístico

En esa mañana, el jugador de ajedrez despertó de su sueño con una sonrisa en sus labios, después de haber ganado brillantemente la noche anterior la partida de ajedrez en el torneo del club. Es que en ese sueño, los sucesos producidos por aquel triunfo habían tenido sorprendentes consecuencias. Al quedarse dormido, en un abrir y cerrar de ojos, las piezas negras, protagonistas de aquella magnífica partida, se presentaron en su habitación con la intención de agradecerle lo que había hecho por ellas.

 


 

27/9/21

¿Que es el ajedrez?

Un escritor quería participar en un concurso literario cuyo tema era: "¿Que es el ajedrez?". Como era un ferviente aficionado a ese juego, al llegar la noche de entrega estaba muy preocupado, porque el certamen estaba limitado a muy pocas palabras y su cerebro no lograba compaginar la frase como él deseaba.

De pronto, cuando ya faltaba poco para vencer la hora estipulada, un relámpago iluminó su pensamiento y la certeza de lo que debía hacer lo sacudió con vigor, despertándolo de su letargo. Era su última oportunidad para enviar el mail.

Entonces, fue rápidamente hasta su estudio, arrimó la silla y se sentó frente al escritorio donde descansaba su notebook. Acarició el teclado con manos temblorosas y escribió esas quince palabras mágicas que para él bastaban para definir a su querido juego: "El ajedrez es la inteligencia que juega sobre un tablero, moviendo las piezas con imaginación".

 


 

Nostalgias del otoño

Sentado en el parque me invade de pronto la nostalgia cuando veo como las hojas de los árboles que se desprenden en el otoño, se acumulan indefensas en el piso, a merced de la voluntad del viento. Tal vez se deba a los recuerdos de los días de mi niñez cuando venía a este parque con mi abuelo, donde pasé momentos muy gratos de mi existencia. Me buscaba a la salida de la escuela y luego de almorzar, me llevaba al parque a disfrutar de la tarde soleada de otoño. Allí, luego de pasar por los diversos juegos y la calesita, nos poníamos a jugar en una de las mesas de ajedrez, mientras sorbía la leche chocolatada del termo, y nos rodeaban las hojas amarillas de los árboles que caían a nuestro alrededor.

 


23/9/21

Que la inocencia te valga

En mi infancia, analizaba con mucho detenimiento las partidas de ajedrez que se publicaban en los diarios y revistas, y con esos conocimientos adquiridos, generalmente ganaba en los torneos de la escuela. Fue así, que un domingo veintiocho de diciembre, que es el día de los santos inocentes, se me ocurrió concurrir a la plaza de mi pueblo a jugar una partida. Allí, organizado por el Municipio, un viejo y renombrado ajedrecista iba a disputar unas partidas simultáneas con más de cincuenta chicos.

Con la soberbia propia de mi inexperiencia juvenil, creía que con mis conocimientos de las variantes de las aperturas que se empleaban en esos momentos, le iba a hacer mucha fuerza e incluso ganarle al viejo maestro. Pero luego de realizar las primeras jugadas de la partida, percibí que mi conciencia me recordaba permanentemente aquella tradicional frase de ese día: "que la inocencia te valga". 

 


22/9/21

Pensamiento ajedrecístico

Cuando el famoso ajedrecista volvió a su casa después de disputar su último torneo, uno más de una larga lista por el mundo, se sentó a hablar con su esposa.

Hoy pensé en mi amor por el ajedrez cuando vi la grandeza del universo por la ventanilla del avión y recordar que el número de jugadas que pueden hacerse, es mayor que todos sus átomos —, le dijo sonriendo.

Ella lo miró a los ojos con mucha tristeza.

Creo que era mejor que hubieras pensado en nosotros —, le contestó. 

 


 

Me olvidé de mi vejez

Como si fuera un ensueño

me olvidé de mi vejez

al hallar el ajedrez,

que jugaba de pequeño.

En un cajón del bargueño

se encontraba allí arrumbado

aguardando acongojado

estar otra vez presente,

para alegrar a mi mente

recordando aquel pasado.

 



 

 

 

 

 


 

Finalista VII Concurso de Décimas.

Un bargueño para mis cuentos.

Incluido en el libro: Libros desordenados.

Mundo Escritura. España. Septiembre 2021.

 

21/9/21

Extraño juego de ajedrez

Esa mañana, luego de emerger de la boca del subte para unirse al caudaloso flujo de personas que iban hacia el centro de la ciudad, el profesor de ajedrez se dirigía a realizar sus tareas. Estaba caminando unas cuadras por la peatonal, cuando vio en la vidriera de un negocio de venta de objetos usados, un extraño juego de ajedrez de vidrio resplandeciente, que le llamó poderosamente la atención. Buscó sacarse de encima esa imagen para no perder tiempo y durante todo el día estuvo completamente ocupado enseñando en las diversas escuelas en que dictaba sus clases.

Cuando regresó a su departamento eran ya las seis de la tarde y se sentía fatigado, deseando llegar cuanto antes para ponerse cómodo y disfrutar de un rato de sosiego. Al pasar por el lugar donde estaba expuesto el juego de ajedrez, trató nuevamente de no perder tiempo prestándole atención. Pero esta vez no logró contenerse, y se paró frente a la vidriera, porque sentía en lo profundo de su ser una cierta atracción hacia ese extraño juego.

De pronto, un escalofrío le recorrió el cuerpo, al escuchar en su conciencia que el juego de ajedrez le pedía que lo lleve, mientras su cerebro no paraba de procesar como por arte de magia ese pedido. Entonces, considerando que si bien el juego era usado, como el precio era aceptable, estaba en buenas condiciones y le gustaba sobremanera, decidió hacerle caso y llevarlo. De modo que entró en el local para comprarlo.

Luego de haberlo adquirido, mientras el vendedor envolvía el juego, le comentó esbozando una sonrisa, que no sabían quien había sido el dueño anterior, porque un día había aparecido misteriosamente sobre el mostrador del negocio. Al llegar a su departamento, dejó el paquete sobre la cama del dormitorio y luego de ir al baño, entró en la cocina tratando de recuperarse del cansancio. Para levantar el ánimo encendió la televisión para ver algún programa de entretenimientos y se preparó algo de comer.

Después de cenar frugalmente, completamente agotado y con bastante sueño se dirigió al dormitorio. Al encontrar sobre la cama el paquete con el juego de ajedrez, lo acomodó sobre una silla, recordando con una sonrisa esa desconocida sensación que lo había conmovido y lo llevó a comprarlo. No bien se acostó, percibió por la ventana entreabierta del dormitorio que la noche era inusualmente clara. Las estrellas se podían ver por doquier, llenando la bóveda celeste de diminutos puntos plateados.

De pronto, una luz resplandeciente ocupó por unos momentos la escena, dibujando un arco perfecto en el cielo. Al instante, sintió una voz que provenía de la silla donde había dejado el juego de ajedrez:

— Hace un largo tiempo que estoy esperando llevarme a analizar a algún ajedrecista y para ello he tomado la forma de un juego de ajedrez. La nave ha llegado y ya está aquí para transportarte.

— Pero, ¿donde me llevas? —, preguntó asustado.

— Muy lejos, a un planeta de esta galaxia donde estamos estudiando toda vuestra primitiva forma de vida.

Fue allí, cuando una luz lo envolvió hasta hacerle perder por completo la noción del espacio y del tiempo, mientras sentía como que se sumergía en la profundidad del universo infinito.

El sol que penetraba por la ventana le pegaba implacablemente en el rostro cuando se despertó sobresaltado. El infalible despertador natural había hecho su obra. Eran las ocho de la mañana y bajo la luz del nuevo día, la realidad recobraba su abrumadora carga.

Entonces, mientras se despabilaba sintiendo algunos pinchazos en el cuerpo, se dirigió con sigilo hacia la silla donde había dejado el juego de ajedrez. Pero solo había quedado el envoltorio en el suelo, dado que el extraño juego había desaparecido misteriosamente, sin dejar rastro alguno de su existencia en este mundo. 

 


 

18/9/21

Ganar o perder

Sus padres y maestros decían que disfrutaba mucho jugando al ajedrez, pero lo que pasaba de verdad es que no podía soportar perder con sus amigos o compañeros de la escuela, a los que generalmente les ganaba. Al enterarse que había ingresado en el colegio un alumno que jugaba muy bien al ajedrez, no tardó en desafiarlo. Finalmente disputaron la partida, y si bien en la apertura y medio juego tuvo alguna ventaja, el alumno nuevo, jugando en forma precisa en el final, logró vencerlo.

Sin embargo, su rival no se mostró tan eufórico ante el triunfo como siempre lo hacía él, ya que tomó naturalmente y con modestia su victoria. Al despedirse, le dijo que había sido muy divertido jugar con él y que tendrían que disputar un nuevo encuentro. Aquel día no se habló de otra cosa en la escuela que no fuera la victoria de su rival. Él se sentía apenado, pero no tenía aquella sensación de humillación que antes tanto lo atormentaba cuando perdía. Al día siguiente ya no se sentía tan mal y decidió que debería prepararse mucho mejor para la revancha.

Allí comenzó a comprender que para disfrutar del ajedrez no era fundamental el hecho de ganar o perder, sino vivir las partidas con ganas, intentando hacerlo bien y disfrutando de aquellos momentos agradables del juego. Que cuando se gana, si bien uno está satisfecho consigo mismo, cuando se pierde, el disgusto debe hacernos reflexionar sobre lo que se hizo mal, para no volver a perder en una nueva partida. 

 


 

 

El cuadro de ajedrez

Una tarde mientras tomaba un café en la barra de un antiguo bar céntrico de la ciudad de Buenos Aires, me llamó poderosamente la atención ver colgado detrás del mostrador ese cuadro de ajedrez. Entonces, le pregunté con un gesto de extrañeza al dueño del local que me estaba atendiendo en esos momentos, como lo habían conseguido.

Ese cuadro es de Bobby Fisher —, me contestó con una sonrisa.

Dicho esto, me comentó que una tarde, sentado en el mismo lugar donde yo ahora estaba tomando café, Bobby le pidió en inglés si le podía guardar un paquete con un cuadro de ajedrez. Se lo había regalado un pintor fanático en la calle y en esos momentos tenía que ir a jugar una de las partidas del mach con Petrosián en el teatro San Martín.

Por supuesto maestro. Yo también soy fanático suyo y espero que gane el mach. Se lo guardo con mucho gusto y pase buscarlo cuando le resulte cómodo, le respondí en aquel entonces. Pero después que ganó el mach, se fue del país y como nunca más vino a retirarlo, decidimos colgarlo allí como recuerdo.

Entonces, luego de escucharlo muy emocionado, le confesé que yo era aquel fanático pintor que le había obsequiado ese cuadro al gran Bobby Fisher. 



 


17/9/21

Visitante nocturno

Tengo unos amigos en el club de ajedrez a los que visito todas las noches. Me gusta estar con ellos hasta muy tarde. Realmente nunca sé a hasta que hora me quedo, pero cuando amanece ya no estoy allí. Eso sí, no dejo rastros de mi presencia, salvo unas pequeñas manchas rojas en sus pieles que forman roncha y pican mucho. Al fin y al cabo, aunque a ellos les resulte molesta mi visita y quieran matarme, yo los quiero mucho, porque acompañan mi cena y me alegran con sus hermosas partidas.

 


 

14/9/21

Viejos libros de ajedrez

Al entrar en un negocio especializado en venta de artículos de ajedrez se me estrujó el corazón. Es que al ver unos viejos libros de ajedrez expuestos sobre una mesa, escritos en el antiguo lenguaje descriptivo, me devolvieron a aquel mundo ajedrecístico de mi juventud. En el mostrador, el vendedor que estaba jugando una partida on-line con su tablet, me preguntó:

– ¿Qué desea, señor?

– Jugar una partida sobre un tablero de ajedrez, y empiezo con "peón cuatro rey" –, le contesté con una sonrisa.

 




Sueño mortal

Estaba jugando una extraña partida de ajedrez en un lugar tétrico y sombrío. Había logrado ya una posición ganadora, cuando vi que mi siniestro rival me amenazaba con sus manos enguantadas, tratando de estrangularme. Al intentar defenderme, comprendí repentinamente que aquello era un mal sueño y por suerte logré despertarme. La noche siguiente continuó la misma partida en aquel ambiente de terror y cuando finalmente le propiné el jaque mate, noté que las manos enguantadas de mi rival trataban nuevamente de estrangularme. Entonces, sabiendo que aquello no era otra cosa que una pesadilla, intenté despertarme como lo había hecho en la noche anterior. Pero esta vez no pude despertarme.

 



13/9/21

Sensaciones en una partida de ajedrez

Él

Mi partida de ajedrez con la mujer más hermosa del torneo ha sido un desastre. Se me estrujó el corazón cuando nuestras miradas se encontraron para saludarnos al iniciar la partida. Que sensación placentera de estar en un mundo maravilloso sentí al jugar con ella. ¡Como me hubiera gustado que esa partida durara una eternidad! Y el caso es que al principio todo había ido bien. Pero luego.... Está claro que soy un desastre jugando al ajedrez. ¡Que mala impresión le habré dejado!

Ella

Que mala suerte que se haya terminado tan rápidamente la partida. Con lo que me gustaba jugar con él. ¡Me encantaba sentir frente a mí su presencia varonil! Pero en la primera combinación le he dado mate.

 


¡Viva la reina!

Ante los ojos del humilde peón se desarrollaba la partida de ajedrez. Por lo bajo, las piezas de su ejército comentaban el rostro amargo que tenía la reina. Los ojos casi cerrados, la palidez de su rostro eran la imagen propia de la desolación. Un peón, al verla así, pensó que si distraía a la reina invitándola a un paseo, podía ayudarla a recuperarse. Entonces, acercándose a ella le propuso: 

-¿Queréis acompañarme a pasear hasta el final de este camino, alteza?

La invitación del peón provocó que las piezas indignadas se llevaran una mano a la cabeza. “¿Podría aceptar, la reina acompañar a un vasallo?".

Y ante la sorpresa general, la reina, envuelta en un estado de ensoñación,  aceptó su propuesta. Pero mientras avanzaban, la reina comenzó a sentirse muy mal y cuando estaban por llegar al final del camino, el peón se percató de su muerte.

Entonces, avanzó un paso y ofrendando su vida por ella, les gritó a las piezas del tablero con todas sus fuerzas:

-¡La reina ha muerto! ¡Viva la reina!