29/9/21

El tiempo juega en el ajedrez

En esa partida rápida de ajedrez blitz a tres minutos con dos segundos de recupero, el jugador empezó a consumir más tiempo que su rival buscando los mejores planes, ideas y jugadas posibles. Pero a medida que avanzó el juego, su tiempo comenzó a escasear, aunque su posición era claramente ventajosa. Finalmente, solo le quedó un segundo disponible en el reloj para jugar.

Para no perder, le dio rápidamente jaque al rey enemigo pensando que con los dos segundos de recupero y el tiempo que tardaría su rival en realizar su jugada, podría esbozar algún plan para ganar la partida. Pero éste, advertido de su falta de tiempo, movió el rey al toque. Desesperado volvió a darle jaque sin poder pensar nada, y al instante el rey enemigo retornó a su posición anterior.

Entonces, le dio nuevamente jaque con la remota esperanza de que su rival al verse en posición inferior, volviera nuevamente al mismo lugar, y lograr luego con un nuevo jaque unas tablas angustiosas por repetición de jugadas. Pero esta vez el rey enemigo movió al toque hacia otra casilla, donde ya no podía darle jaque, y la pequeña duda mental que le produjo esa jugada, fue suficiente como para perder la partida por tiempo.

Y como es frecuente en los jugadores de ajedrez, justificó interiormente su derrota pensando que había jugado mejor que su rival y que de no haber sido por dicho apuro, hubiera ganado la partida. Como si el tiempo en el ajedrez, y fundamentalmente en el blitz, no fuera un factor importante del juego.

 


28/9/21

Agradecimiento ajedrecístico

En esa mañana, el jugador de ajedrez despertó de su sueño con una sonrisa en sus labios, después de haber ganado brillantemente la noche anterior la partida de ajedrez en el torneo del club. Es que en ese sueño, los sucesos producidos por aquel triunfo habían tenido sorprendentes consecuencias. Al quedarse dormido, en un abrir y cerrar de ojos, las piezas negras, protagonistas de aquella magnífica partida, se presentaron en su habitación con la intención de agradecerle lo que había hecho por ellas.

 



27/9/21

¿Que es el ajedrez?

Un escritor quería participar en un concurso literario cuyo tema era: "¿Que es el ajedrez?". Como era un ferviente aficionado a ese juego, al llegar la noche de entrega estaba muy preocupado, porque el certamen estaba limitado a muy pocas palabras y su cerebro no lograba compaginar la frase como él deseaba.

De pronto, cuando ya faltaba poco para vencer la hora estipulada, un relámpago iluminó su pensamiento y la certeza de lo que debía hacer lo sacudió con vigor, despertándolo de su letargo. Era su última oportunidad para enviar el mail.

Entonces, fue rápidamente hasta su estudio, arrimó la silla y se sentó frente al escritorio donde descansaba su notebook. Acarició el teclado con manos temblorosas y escribió esas quince palabras mágicas que para él bastaban para definir a su querido juego: "El ajedrez es la inteligencia que juega sobre un tablero, moviendo las piezas con imaginación".

 


 

Nostalgias del otoño

Sentado en el parque me invade de pronto la nostalgia cuando veo como las hojas de los árboles que se desprenden en el otoño, se acumulan indefensas en el piso, a merced de la voluntad del viento. Tal vez se deba a los recuerdos de los días de mi niñez cuando venía a este parque con mi abuelo, donde pasé momentos muy gratos de mi existencia. Me buscaba a la salida de la escuela y luego de almorzar, me llevaba al parque a disfrutar de la tarde soleada de otoño. Allí, luego de pasar por los diversos juegos y la calesita, nos poníamos a jugar en una de las mesas de ajedrez, mientras sorbía la leche chocolatada del termo, y nos rodeaban las hojas amarillas de los árboles que caían a nuestro alrededor.

 


23/9/21

Que la inocencia te valga

En mi infancia, analizaba con mucho detenimiento las partidas de ajedrez que se publicaban en los diarios y revistas, y con esos conocimientos adquiridos, generalmente ganaba en los torneos de la escuela. Fue así, que un domingo veintiocho de diciembre, que es el día de los santos inocentes, se me ocurrió concurrir a la plaza de mi pueblo a jugar una partida. Allí, organizado por el Municipio, un viejo y renombrado ajedrecista iba a disputar unas partidas simultáneas con más de cincuenta chicos.

Con la soberbia propia de mi inexperiencia juvenil, creía que con mis conocimientos de las variantes de las aperturas que se empleaban en esos momentos, le iba a hacer mucha fuerza e incluso ganarle al viejo maestro. Pero luego de realizar las primeras jugadas de la partida, percibí que mi conciencia me recordaba permanentemente aquella tradicional frase de ese día: "que la inocencia te valga". 

 


22/9/21

Pensamiento ajedrecístico

Cuando el famoso ajedrecista volvió a su casa después de disputar su último torneo, uno más de una larga lista por el mundo, se sentó a hablar con su esposa.

Hoy pensé en mi amor por el ajedrez cuando vi la grandeza del universo por la ventanilla del avión y recordar que el número de jugadas que pueden hacerse, es mayor que todos sus átomos —, le dijo sonriendo.

Ella lo miró a los ojos con mucha tristeza.

Creo que era mejor que hubieras pensado en nosotros —, le contestó. 

 


 

Me olvidé de mi vejez

Como si fuera un ensueño

me olvidé de mi vejez

al hallar el ajedrez,

que jugaba de pequeño.

En un cajón del bargueño

se encontraba allí arrumbado

aguardando acongojado

estar otra vez presente,

para alegrar a mi mente

recordando aquel pasado.

 


 


 

Finalista VII Concurso de Décimas.

Un bargueño para mis cuentos.

Incluido en el libro: Libros desordenados.

Mundo Escritura. España. Septiembre 2021.

 

21/9/21

Extraño juego de ajedrez

Esa mañana, luego de emerger de la boca del subte para unirse al caudaloso flujo de personas que iban hacia el centro de la ciudad, el profesor de ajedrez se dirigía a realizar sus tareas. Estaba caminando unas cuadras por la peatonal, cuando vio en la vidriera de un negocio de venta de objetos usados, un extraño juego de ajedrez de vidrio resplandeciente, que le llamó poderosamente la atención. Buscó sacarse de encima esa imagen para no perder tiempo y durante todo el día estuvo completamente ocupado enseñando en las diversas escuelas en que dictaba sus clases.

Cuando regresó a su departamento eran ya las seis de la tarde y se sentía fatigado, deseando llegar cuanto antes para ponerse cómodo y disfrutar de un rato de sosiego. Al pasar por el lugar donde estaba expuesto el juego de ajedrez, trató nuevamente de no perder tiempo prestándole atención. Pero esta vez no logró contenerse, y se paró frente a la vidriera, porque sentía en lo profundo de su ser una cierta atracción hacia ese extraño juego.

De pronto, un escalofrío le recorrió el cuerpo, al escuchar en su conciencia que el juego de ajedrez le pedía que lo lleve, mientras su cerebro no paraba de procesar como por arte de magia ese pedido. Entonces, considerando que si bien el juego era usado, como el precio era aceptable, estaba en buenas condiciones y le gustaba sobremanera, decidió hacerle caso y llevarlo. De modo que entró en el local para comprarlo.

Luego de haberlo adquirido, mientras el vendedor envolvía el juego, le comentó esbozando una sonrisa, que no sabían quien había sido el dueño anterior, porque un día había aparecido misteriosamente sobre el mostrador del negocio. Al llegar a su departamento, dejó el paquete sobre la cama del dormitorio y luego de ir al baño, entró en la cocina tratando de recuperarse del cansancio. Para levantar el ánimo encendió la televisión para ver algún programa de entretenimientos y se preparó algo de comer.

Después de cenar frugalmente, completamente agotado y con bastante sueño se dirigió al dormitorio. Al encontrar sobre la cama el paquete con el juego de ajedrez, lo acomodó sobre una silla, recordando con una sonrisa esa desconocida sensación que lo había conmovido y lo llevó a comprarlo. No bien se acostó, percibió por la ventana entreabierta del dormitorio que la noche era inusualmente clara. Las estrellas se podían ver por doquier, llenando la bóveda celeste de diminutos puntos plateados.

De pronto, una luz resplandeciente ocupó por unos momentos la escena, dibujando un arco perfecto en el cielo. Al instante, sintió una voz que provenía de la silla donde había dejado el juego de ajedrez:

— Hace un largo tiempo que estoy esperando llevarme a analizar a algún ajedrecista y para ello he tomado la forma de un juego de ajedrez. La nave ha llegado y ya está aquí para transportarte.

— Pero, ¿donde me llevas? —, preguntó asustado.

— Muy lejos, a un planeta de esta galaxia donde estamos estudiando toda vuestra primitiva forma de vida.

Fue allí, cuando una luz lo envolvió hasta hacerle perder por completo la noción del espacio y del tiempo, mientras sentía como que se sumergía en la profundidad del universo infinito.

El sol que penetraba por la ventana le pegaba implacablemente en el rostro cuando se despertó sobresaltado. El infalible despertador natural había hecho su obra. Eran las ocho de la mañana y bajo la luz del nuevo día, la realidad recobraba su abrumadora carga.

Entonces, mientras se despabilaba sintiendo algunos pinchazos en el cuerpo, se dirigió con sigilo hacia la silla donde había dejado el juego de ajedrez. Pero solo había quedado el envoltorio en el suelo, dado que el extraño juego había desaparecido misteriosamente, sin dejar rastro alguno de su existencia en este mundo. 

 


 

18/9/21

Ganar o perder

Sus padres y maestros decían que disfrutaba mucho jugando al ajedrez, pero lo que pasaba de verdad es que no podía soportar perder con sus amigos o compañeros de la escuela, a los que generalmente les ganaba. Al enterarse que había ingresado en el colegio un alumno que jugaba muy bien al ajedrez, no tardó en desafiarlo. Finalmente disputaron la partida, y si bien en la apertura y medio juego tuvo alguna ventaja, el alumno nuevo, jugando en forma precisa en el final, logró vencerlo.

Sin embargo, su rival no se mostró tan eufórico ante el triunfo como siempre lo hacía él, ya que tomó naturalmente y con modestia su victoria. Al despedirse, le dijo que había sido muy divertido jugar con él y que tendrían que disputar un nuevo encuentro. Aquel día no se habló de otra cosa en la escuela que no fuera la victoria de su rival. Él se sentía apenado, pero no tenía aquella sensación de humillación que antes tanto lo atormentaba cuando perdía. Al día siguiente ya no se sentía tan mal y decidió que debería prepararse mucho mejor para la revancha.

Allí comenzó a comprender que para disfrutar del ajedrez no era fundamental el hecho de ganar o perder, sino vivir las partidas con ganas, intentando hacerlo bien y disfrutando de aquellos momentos agradables del juego. Que cuando se gana, si bien uno está satisfecho consigo mismo, cuando se pierde, el disgusto debe hacernos reflexionar sobre lo que se hizo mal, para no volver a perder en una nueva partida. 

 


 

 

El cuadro de ajedrez

Una tarde mientras tomaba un café en la barra de un antiguo bar céntrico de la ciudad de Buenos Aires, me llamó poderosamente la atención ver colgado detrás del mostrador ese cuadro de ajedrez. Entonces, le pregunté con un gesto de extrañeza al dueño del local que me estaba atendiendo en esos momentos, como lo habían conseguido.

Ese cuadro es de Bobby Fisher —, me contestó con una sonrisa.

Dicho esto, me comentó que una tarde, sentado en el mismo lugar donde yo ahora estaba tomando café, Bobby le pidió en inglés si le podía guardar un paquete con un cuadro de ajedrez. Se lo había regalado un pintor fanático en la calle y en esos momentos tenía que ir a jugar una de las partidas del mach con Petrosián en el teatro San Martín.

Por supuesto maestro. Yo también soy fanático suyo y espero que gane el mach. Se lo guardo con mucho gusto y pase buscarlo cuando le resulte cómodo, le respondí en aquel entonces. Pero después que ganó el mach, se fue del país y como nunca más vino a retirarlo, decidimos colgarlo allí como recuerdo.

Entonces, luego de escucharlo muy emocionado, le confesé que yo era aquel fanático pintor que le había obsequiado ese cuadro al gran Bobby Fisher. 





17/9/21

Visitante nocturno

Tengo unos amigos en el club de ajedrez a los que visito todas las noches. Me gusta estar con ellos hasta muy tarde. Realmente nunca sé hasta que hora me quedo, pero cuando amanece ya no estoy allí. Eso sí, no dejo rastros de mi presencia, salvo unas pequeñas manchas rojas en sus pieles que forman roncha y pican mucho. Al fin y al cabo, aunque a ellos les resulte molesta mi visita y quieran matarme, yo los quiero mucho, porque acompañan mi cena y me alegran con sus hermosas partidas.

 


 

14/9/21

Viejos libros de ajedrez

Al entrar en un negocio especializado en venta de artículos de ajedrez se me estrujó el corazón. Es que al ver unos viejos libros de ajedrez expuestos sobre una mesa, escritos en el antiguo lenguaje descriptivo, me devolvieron a aquel mundo ajedrecístico de mi juventud. En el mostrador, el vendedor que estaba jugando una partida on-line con su tablet, me preguntó:

– ¿Qué desea, señor?

– Jugar una partida sobre un tablero de ajedrez, y empiezo con "peón cuatro rey" –, le contesté con una sonrisa.

 




Sueño mortal

Estaba jugando una extraña partida de ajedrez en un lugar tétrico y sombrío. Había logrado ya una posición ganadora, cuando vi que mi siniestro rival me amenazaba con sus manos enguantadas, tratando de estrangularme. Al intentar defenderme, comprendí repentinamente que aquello era un mal sueño y por suerte logré despertarme. La noche siguiente continuó la misma partida en aquel ambiente de terror y cuando finalmente le propiné el jaque mate, noté que las manos enguantadas de mi rival trataban nuevamente de estrangularme. Entonces, sabiendo que aquello no era otra cosa que una pesadilla, intenté despertarme como lo había hecho en la noche anterior. Pero esta vez no pude despertarme.

 



13/9/21

Sensaciones en una partida de ajedrez

Él

Mi partida de ajedrez con la mujer más hermosa del torneo ha sido un desastre. Se me estrujó el corazón cuando nuestras miradas se encontraron para saludarnos al iniciar la partida. Que sensación placentera de estar en un mundo maravilloso sentí al jugar con ella. ¡Como me hubiera gustado que esa partida durara una eternidad! Y el caso es que al principio todo había ido bien. Pero luego.... Está claro que soy un desastre jugando al ajedrez. ¡Que mala impresión le habré dejado!

Ella

Que mala suerte que se haya terminado tan rápidamente la partida. Con lo que me gustaba jugar con él. ¡Me encantaba sentir frente a mí su presencia varonil! Pero en la primera combinación le he dado mate.

 


¡Viva la reina!

Ante los ojos del humilde peón se desarrollaba la partida de ajedrez. Por lo bajo, las piezas de su ejército comentaban el rostro amargo que tenía la reina. Los ojos casi cerrados, la palidez de su rostro eran la imagen propia de la desolación. Un peón, al verla así, pensó que si distraía a la reina invitándola a un paseo, podía ayudarla a recuperarse. Entonces, acercándose a ella le propuso: 

-¿Queréis acompañarme a pasear hasta el final de este camino, alteza?

La invitación del peón provocó que las piezas indignadas se llevaran una mano a la cabeza. “¿Podría aceptar, la reina acompañar a un vasallo?".

Y ante la sorpresa general, la reina, envuelta en un estado de ensoñación,  aceptó su propuesta. Pero mientras avanzaban, la reina comenzó a sentirse muy mal y cuando estaban por llegar al final del camino, el peón se percató de su muerte.

Entonces, avanzó un paso y ofrendando su vida por ella, les gritó a las piezas del tablero con todas sus fuerzas:

-¡La reina ha muerto! ¡Viva la reina!

 



12/9/21

Mi amigo ajedrecista

Mi amigo murió hace dos meses, pero si bien la muerte me ha arrebatado una parte de la convivencia, la soledad no me pesa, porque seguimos encontrándonos para jugar al ajedrez como lo hacíamos siempre. Ya no nos vemos durante el día en nuestra actividad docente en el taller de ajedrez de la escuela, pero todas las noches a las nueve en punto, nos reunimos en nuestro sitio web para jugar on-line. Lo único que me inquieta es que como mi amigo va mejorando paulatinamente su nivel de juego, en estos últimos tiempos me está ganando todas las partidas.


10/9/21

Pequeño peón de ajedrez

Vuelvo a casa después de haber participado en un importante torneo interzonal de ajedrez y estoy muy nervioso y deprimidoEl autobús hace una parada de media hora en una de las estaciones de refrigerio de la ruta. Bajo y luego de ir al baño, pido en el bar una copa de vino y un sándwich de jamón. Salgo al exterior y aprovecho para pasear por el extenso playón del estacionamiento. Respiro y huelo el fresco aroma que trae la brisa campera. De pronto, veo algo brillar en el suelo y recojo un pequeño peón de ajedrez. Posiblemente alguien lo perdió de un juego portátil de un anterior viaje de autobús. Lo miro con cariño y me parece como que recupero milagrosamente aquel peón que perdí en aquella partida final. El viaje continúa y ahora con el espíritu renovado, dispongo de dos horas para solazarme imaginando como hubiera sido ese triunfo brillante que no he tenido.