Estaba
una noche escribiendo con mi notebook sobre el escritorio en mi
cuarto de trabajo, cuando de pronto ví que alguien se paró a mi
lado y de inmediato lo reconocí. Tenía sus ojos encendidos, con una
barba recortada en su rostro demacrado y vestía con el mismo
pantalón, camisa y corbata que yo había imaginado para el personaje
del campeón mundial de ajedrez. Justo en ese momento estaba
definiendo el resultado de la partida final en el mach por el título,
para concluir la nueva novela que estaba por publicar.
ꟷ
¿Qué haces aquí parado?ꟷ, le pregunté.
ꟷ
Estoy intrigado por saber el resultado de esa última partida del
mach que estoy disputando ꟷ, me contestó.
ꟷ
Ya tengo decidido que perderás el título ꟷ, le respondí.
ꟷ
Pero eso es una injusticia total que empañará para siempre mi
trayectoria ꟷ, me dijo enojado.
ꟷ
Si bien te he definido como el jugador más prestigioso del mundo, yo
soy el escritor que determina el destino de los personajes en la
historia que estoy elaborando.
ꟷ
¿Entonces,
ya has tomado la decisión? ꟷ,
me preguntó mirándome con fijeza.
ꟷ
Sí,
ya he decidido que finalmente el título mundial quede en manos del
retador, que es un jugador mucho más joven y que tiene un destino
más promisorio que el tuyo ꟷ,
le contesté.
Fue
allí que me increpó con un tono amenazante:
ꟷ
Vaya,
vaya, quién lo iba a decir ... ¡Después de toda esta terrible
lucha ajedrecística que me hiciste realizar, al fin me entero de lo
que me va a pasar y por eso voy a hacer algo que seguramente tú no
has pensado!
Sus
palabras me intrigaron:
ꟷ
¿Vas a hacer algo que yo no he pensado?ꟷ, le pregunté.
ꟷ
¿No
lo adivinas? Voy a matarte
ꟷ,
me contestó.
ꟷ
¿Como
dices?
ꟷ
Como
lo oyes, voy a matarte y de esa manera me convertiré en el eterno
campeón mundial de ajedrez de tu novela inconclusa.
ꟷ
¿Pero no te das cuenta que solo eres un personaje novelesco y que
dependes absolutamente de mi? Yo te creé y soy el que decido sobre
ti, así que te pido por favor que te vayas y me dejes terminar mi
obra literaria tranquilo.
De
pronto un cuchillo relumbró en su mano derecha y con su rostro
encendido de cólera, el campeón se abalanzó sobre mí con un
ímpetu diabólico. Apenas tuve tiempo de eludir la embestida, cuando
me desperté sobresaltado con mi cabeza apoyada sobre el escritorio.
Al
abrir los ojos, al ver la familiar imagen de mi notebook aún
encendida, respiré honda y profundamente durante unos minutos y
luego que lentamente mi conciencia retornó a la realidad, concluí
la historia haciéndole perder el título mundial en la última partida
del mach como tenía previsto. Por suerte, pasados ya varios años de publicada la novela, nunca más en algún sueño he vuelto a toparme con él.