27/12/21

La vida por delante

Se despertó cuando el sol asomaba sobre los edificios de la ciudad. La mañana había avanzado y no había escuchado la campanilla del despertador. El suyo fue un sueño sobresaltado, poblado de imágenes y sonidos familiares, cargado de anhelos insatisfechos que lo perseguían sin cesar. 

Hacía varios días, luego de sentir un profundo dolor en el pecho, se desmayó durante la partida que estaba disputando en un importante torneo de ajedrez. Los médicos le diagnosticaron que tenía una afección muy grave en el corazón, por la que debía dejar para siempre las competencias ajedrecísticas, justo cuando estaba ya por alcanzar la consagración.

El futuro se le presentaba ahora como una larga travesía a través de un camino poblado de peligros, indefenso, y privado de su mejor arma, sin saber qué rumbo tomar y sin un horizonte por alcanzar. Al levantarse, la cara en el espejo del baño le devolvía una triste imagen, acorde con la noche que había pasado.

“Voy a llegar tarde al turno con el médico”, reflexionó. Realmente no le importaba. Para él esa enfermedad representaba una jaula en la que se encontraba prisionero, impedido de levantar vuelo. Se vistió con desgano. Echó un último vistazo a la imagen que se reflejaba en el espejo. Un hombre joven, de cabello negro, rostro reflexivo y mirada melancólica.

Se dirigió al balcón y por un momento se quedó parado observando. Allá abajo, en la calle, cientos de personas circulaban apuradas tratando de llegar a sus destinos. No podía dejar de pensar que tras cada uno de ellos se escondería alguna historia irrealizable.

Un largo suspiro puso fin a sus cavilaciones. “Después de todo aún soy joven y tengo la vida por delante”, se dijo, aferrándose a esa frase que había escuchado tantas veces. Sus ojos vagaron por última vez sobre el paisaje de la ciudad antes de dirigirse hacia la puerta. Algo se había quebrado en su interior. Se había apagado el fuego sagrado, la llama votiva. El motor que lo motivaba había dejado de funcionar. Ya no era más que una máscara que escondía el vacío que había dentro de él. Era cierto que le quedaban muchos años por vivir, pero lo envolvía la incertidumbre.

Y pensando que tal vez en el futuro la herida de su corazón terminaría por sanar, salió a la calle para enfrentar al médico, con la resignada determinación de seguir adelante y la esperanza de reencontrar sus ganas de vivir en algún paraje seguro del camino.

 


 

26/12/21

Dulce sonrisa

Estaba esperando que me sirvieran el café en el bar que concurría asiduamente. Hacía tiempo para que llegara la hora de comenzar el nuevo torneo internacional que había organizado el club de ajedrez que se encontraba a unas cuadras de allí. Mientras tanto me entretenía analizando la apertura que emplearía en la partida con mi pequeña tablet.

Al traerme el café el mozo, levanté la cabeza y la vi. Acababa de llegar y estaba buscando una mesa para sentarse. Era una rubia muy guapa, alta, delgada y de ojos claros, que vestía con estilo. Fue al cruzar nuestra miradas cuando descubrí una cierta empatía hacia mí, porque al mirarme, ella esbozó una dulce sonrisa y se sentó en una mesa muy cercana a la mía. Si bien siempre fui bien parecido, estuve pensando emocionado que habría visto en mi, para propinarme tan encantadora sonrisa.

Al aparecer el mozo ella tomó la carta y le señaló el pedido. Era evidente que se trataba de una turista extranjera que no dominaba el idioma español y mientras esperaba el pedido, comenzó a leer con interés una revista de modas que traía consigo. Cuando el mozo llegó con el té, ella le dio las gracias con un asentamiento de su cabeza, tomó un sorbo y continuó con la lectura.

Estaba tan abstraído mirándola, que me sobresalté cuando sentí que alguien me tocaba el hombro. Era nada menos que un amigo ajedrecista que también iba a participar del torneo.

Hola, no sabía que venías a este bar antes de ir a jugar al ajedrez.

Generalmente salgo temprano de la oficina y paso siempre por aquí para hacer tiempo, distender los nervios tomando un café y aprovechar para analizar tranquilo alguna variante. Sentate conmigo, ¿quieres tomar algo?

Pedime un café. ¡Mirá quien está ahí!, me indicó con un movimiento de barbilla. La rubia esa es una jugadora alemana que fue invitada a participar en el torneo de ajedrez. Dicen que juega muy bien.

Entonces, tomé un sorbo del pocillo de café y la volví a mirar desilusionado. Evidentemente no me había sonreído por mi estampa varonil, sino porque le había llamado la atención veme jugando al ajedrez con la tablet.




9/12/21

Adiós a las piezas de ajedrez

Hoy que celebramos el inicio del año 2100, les deseamos muchas felicidades a todos los amigos ajedrecistas del mundo y aprovechamos para darles el adiós a nuestras queridas piezas de ajedrez. En efecto, el uso del tablero con las piezas, poco a poco fueron desapareciendo como herramienta física para la disputa de las partidas de ajedrez. Lo cierto es que en la actualidad prácticamente ya no se juegan las partidas como se hacía antiguamente. Muchos tableros y piezas de ajedrez, por sus artísticos diseños, o por haber sido empleadas en partidas trascendentales del pasado, han comenzado a ser expuestas en museos y clubes, donde permanecerán para siempre como recuerdo en nuestros corazones. El caso es que con el avance de los programas informáticos para jugar on-line, y su adaptación a los hábitos y costumbres de las sociedades, casi nadie notó la progresiva disminución de aquella tradicional manera de jugar. Por suerte, hoy más que nunca, en el comienzo de este siglo 22, el juego de ajedrez sigue disputándose exitosamente en este mundo globalizado, enmarcado en los monitores de celulares, tablets y computadoras.

 



4/12/21

Pesadilla

De pronto comencé a sentir una pesadez en todo mi cuerpo y me atacó una especie de sopor. Me encontraba inmovilizado en el blanco y negro de un inmenso tablero de ajedrez, donde no se alcanzaba a ver el final. Mientras un caballo al galope se apartaba de mi alzando sus crines al viento, los peones se alejaban para tratar de sobrepasar el alcance de mi mirada. Los reyes y las damas aparecían difusos en mi campo visual, envuelto en ese escenario gigantesco. De repente, escuché a lo lejos el grito de ¡Jaque mate!. Entonces, al despabilarme de mi temporaria somnolencia, toda aquella pesadilla se esfumó a un ritmo vertiginoso. Frente a mí estaba sentado mi nieto, quien me miraba sonriendo y abría los brazos, celebrando su resonante triunfo.