31/1/22

Pausa de guerra

Corrió desesperado y esparcíó rápidamente el líquido sobre la base del árbol, mientras a lo lejos se escuchaba el estruendo de las bombas, los cañonazos y las ráfagas de ametralladoras. Al terminar, ya satisfecho, cuando acomodaba sus pantalones y subía la cremallera, pensó con una sonrisa que había marcado muy bien su territorio ante el avance del enemigo. Luego regresó a seguir jugando al ajedrez, en el lugar que se encontraban sus compañeros.

 


 

Gajes del oficio

El arte de la escritura permite ciertos placeres. Hoy me deleité con un relato en el que describí el desarrollo de una partida de ajedrez. En la apertura hubo un gambito y un contra gambito y en el medio juego enterré a varios peones, un alfil y un caballo de ambos bandos que nada aportaban a la lucha. Las damas que acosaban a lo reyes enemigos finamente fueron cambiadas y así las torres, alfiles y caballos que quedaban, tomaron la posta de la partida apoyados por los peones. Por último, al llegar al final quise hacer que las negras perdieran la partida, de modo que una por una, sus piezas fueron cayendo en la lucha. Pero cuando las blancas jaqueaban indiscriminadamente a un pobre y solitario rey negro, me apiadé, e hice que la partida terminara tablas por ahogado. 

 


 


30/1/22

Alumno bajoneado

 —¿Que te pasa que hoy te sentaste en el fondo del aula y no participas activamente de la clase como lo haces siempre? —, le dijo el maestro de ajedrez a su mejor alumno, al verlo bastante decaído.

Perdóneme maestro, es que en esta tarde no puedo concentrarme en esa variante de la apertura que está explicando, pero le hago la firme promesa que después de unos días que se me pase este bajón, la voy a estudiar con mucho detenimiento. Esta noche voy a emplear otra en el torneo de principiantes que estoy jugando.

¿Te sentís mal o tuviste algún problema familiar?—, le preguntó intrigado el maestro.

Para nada. Es que estoy tratando de reponer mi espíritu, después de haber perdido tan desastrosamente la partida de ayer, en la que empleé justamente esa variante. Por eso me senté acá atrás para pasar desapercibido en la clase.

 


28/1/22

Regalo de Papá Noel

El prestigioso maestro nunca podrá olvidar ese hermoso juego de ajedrez que le había pedido de regalo a Papá Noel, cuyo paquete había descubierto aquella mañana junto al arbolito de Navidad cuando él era pequeño.

Emocionado lo sacó con cuidado del envoltorio. Acarició el tablero con los dedos, apreciando su aroma a nuevo. Luego fue sacando las piezas de la caja una por una y las fue observando con mucho detenimiento sobre el tablero. Finalmente las fue retornando suavemente a la caja. Entonces, al guardar la última, les dijo a sus padres que lo miraban con una sonrisa, que quería escribirle una nueva carta a Papá Noel para que le enseñara a jugar al ajedrez.

Fue desde ese momento que se le despertó la pasión por el ajedrez, y ahora ese viejo juego lo acompaña como un preciado recuerdo de su vida. Al observarlo con cariño descansando en la vitrina junto con los muchos trofeos obtenidos, el maestro piensa que en realidad, fue ese juego quien aquel día lo recibió a él como regalo de Navidad.

 


 

Muñequito de madera

Hacía un rato que se había caído de la mesa y estaba muy alegre gozando de la libertad, tirado en la alfombra de la habitación. Una niña muy pequeña se le acercó, lo levantó y le preguntó:

¿Muñequito puedo jugar contigo?

Claro que si. Soy una pieza de ajedrez, pero ahora para vos soy un muñequito de madera con forma de caballo, que por suerte pudo librarse del cautiverio del tablero.

¡Vamos, que nos divertiremos cabalgando juntos por todo el departamento!
















Finalista VIII Concurso de Microrrelatos. Al calor de la risa. 
Incluido en el libro: Terapia intensiva.
Letras como Espada. España. Enero 2023.

Olvido mágico

Luego de aquella tragedia producida al perder en la partida definitoria de un torneo de ajedrez, consideró que la única opción que tenía para continuar con su vida, era eliminar de su memoria todo vestigio de ese hecho. A fin de que en su conciencia no quedara ningún rastro, trató de olvidarlo mediante un conjuro mágico. Finalmente, realizando un esfuerzo mental poderoso, logró que aquel recuerdo dejara de existir en su cerebro. Pero ahora no logra comprender porque está preso, condenado por asesinato después de perder una partida de ajedrez.


27/1/22

Regreso en tren

Después de haber perdido por tiempo en posición ganadora la partida definitoria del torneo de ajedrez de esa ciudad, tomé el tren de larga distancia para volver a mi pueblo. Sentado junto a la ventanilla me puse a ver, pero sin ver nada en concreto. En esa noche nublada, el paisaje era monótono y borroso, con algunas luces centellando a lo lejos. Todo parecía quieto o inmóvil, mientras el tren avanzaba a gran velocidad. En el vagón estaba rodeado de gente que hablaba, pero yo no las escuchaba. Es que en esos momentos de mi vida nada me importaba. Ni de dónde venía ni hacia dónde iba. Solo quería olvidar.

 





25/1/22

El niño de la ventana

Todas las tardes que me dirigía a la escuela donde dictaba clases de ajedrez, un niño que seguramente conocía mis actividades, me gritaba apoyado tras la ventana de su casa: Gané ¡jaque mate!. Una tarde solo para ver lo que sucedía, decidí seguirle el juego. Al pasar por su ventana, antes que el niño atinara a nada, en forma sorpresiva le grité: Gané ¡jaque mate! Entonces, el pequeño empezó a hacer pucheros y luego se puso a llorar. Rápidamente me acerqué para consolarlo y dolorido le manifesté que solo estaba jugando y que no quise ofenderlo. Entonces, me miró con sus ojitos llorosos y me dijo que a él no le gustaba perder al ajedrez.




Discusión en el tablero

Desdichados son todos ustedes que están cautivos en el tablero y jamás podrán tener autonomía propia, se jactó el Rey. No más que tú, que también estás cautivo y que ni por un segundo dejarás de ser siempre el objetivo a vencer en todas las batallas, le contestaron las piezas de ajedrez. El tablero observaba la discusión indiferente, aunque por dentro le daba la razón a las piezas.

 


23/1/22

Mi amigo campeón

Un día mi amigo, el campeón de ajedrez del país, vino de vacaciones a nuestro pueblo natal, y me encontré sorpresivamente con él en un bar. Hacía cerca de diez años que no lo veía desde la noche que jugamos la última partida en nuestro pueblo.

Lo saludé con amabilidad y le pregunté por sus hijos y su mujer. Ambos disfrutamos recordando las aventuras del ayer con nuestros amigos ajedrecistas. Un par de cervezas fueron el pretexto para actualizarme sobre los últimos años de su ausencia. En ese tiempo, yo había permanecido con mi vida rutinaria jugando al ajedrez en el pueblo, mientras que mi amigo estuvo recorriendo el país, envuelto en los laureles de sus triunfos ajedrecísticos.

Finalmente nos despedimos calurosamente en el bar con un abrazo tras otro y un fuerte apretón de manos. En ese efusivo encuentro, aprovechamos para intercambiar correos electrónicos y números de celulares, con la firme promesa de volvernos a encontrar próximamente.

Luego de despedirme y ya solo en la calle, recién pude dejar de fingir, para poderme desahogar de todo ese dolor que llevaba dentro. Nunca he podido olvidar la triste derrota en la partida de ajedrez que tenía ganada con él, en la final de aquel importante torneo regional organizado en el pueblo. Porque fue justamente el hecho de consagrarse campeón de ese evento, lo que le permitió a mi amigo catapultarse en su carrera ajedrecística

 


19/1/22

Ajedrez, noche y olvido

El hombre jugaba torneos de ajedrez por las noches, pensando en su mujer amada. Pero la mujer lo dejó por otro, diciendo que por las noches la olvidaba. Entonces el hombre siguió jugando torneos de ajedrez por las noches, para olvidar a su mujer amada.














Poesía y ajedrez

Él
A ella le gusta la poesía. A mí no. A mí me gusta jugar al ajedrez. A ella no. Pero la amo y cuando jugamos al ajedrez yo le recito poesías. Busco engañarla haciéndole creer que a mi me gusta la poesía y así se apiade jugando al ajedrez para complacerme.

Ella
A él no le gusta la poesía, pero me ama, y busca engañarme, porque solo le gusta el ajedrez. Pero yo lo amo y dejo que crea que me engaña, porque me complace que me recite poesías, sin saber que a mi también me gusta jugar al ajedrez.

 


18/1/22

El peón travieso

Al comenzar en el aula la clase de ajedrez, los niños detectaron la falta de un peón en una de las cajas de los juegos. Entonces, ante la sorpresa de los alumnos, el maestro se los alcanzó con una sonrisa, sacándolo de su bolsillo con un pase de magia y aprovechó para revelarles el misterio de su desaparición.

Todo había comenzado en la clase anterior cuando al llegar a la octava línea el peón había sido apartado del tablero, al coronarse en dama. Pero el peón tenía un espíritu bastante inquieto y travieso y comenzó a deambular por el aula para participar en las actividades de aprendizaje. Fue allí que lo sorprendió el sonido del timbre que anunciaba la terminación de la clase.

En ese momento, el peón comprendió que se encontraba lejos como para volver a tiempo junto a sus compañeros, aunque sintió un pequeño alivio al ver que todavía los niños estaban muy ensimismados en sus tableros. Pero debía darse prisa, porque el maestro les recalcaba permanentemente que la clase había terminado.

Finalmente el niño que utilizaba el juego que correspondía al peón, comenzó a recoger las piezas con infinita calma, dejando la caja abierta sobre la mesa. Para el peón era una milagrosa oportunidad, porque ya había logrado acortar la distancia. Sin embargo, no fue lo suficientemente veloz en su intento de ingresar a la caja antes de que el niño la cerrara.

Cuando todos se fueron del aula, el peón quedó solitario llorando sobre el pupitre. Por suerte, fue descubierto por la encargada de la limpieza, quien se lo alcanzó al maestro, aprovechando que aún no se había retirado de la escuela.

 


14/1/22

Alma en pena

Esa tarde me sentía muy agobiado y con mi mente en blanco, al sentarme en la barra del bar del club de ajedrez. Fue al ver su foto en la tapa de un diario que estaba sobre el mostrador, cuando palidecí y un frío sudor cubrió mi frente. El título decía que mi amigo había dejado de existir anoche en un accidente automovilístico, después de haber ganado el torneo que lo había consagrado campeón de ajedrez de la Región.

Volví a ver la foto con mis manos temblando. No cabía duda que era la imagen de mi amigo, con el que justamente ayer por la noche lo había acompañado en su coche, luego de haber  perdido la partida definitoria en ese torneo. Pero lo que era realmente extraño es que él se encontraba ahora sentado en una mesa del fondo como de costumbre.

Cuando levanté la vista, y vi que se acercaba hacia mi, me asusté.

No puede ser —, le grité al barman, mostrándole el periódico y señalándolo. Sin embargo éste ni se inmutó , e hizo como si no me hubiera escuchado.

Es que él ni nadie puede vernos, ni escucharnos. Por favor, lee completa la noticia en el diario —, me dijo mi amigo al llegar junto a mí

Entonces, constaté con asombro que mi nombre estaba entre los fallecidos




13/1/22

Ronda nocturna

Cuando el encargado de la seguridad en el circo estaba efectuando la ronda de control a altas horas de la noche, le llamó la atención que en una de las casillas que servían de dormitorios a los artistas, las luces estaban completamente encendidas. Al mirar por la ventana, vio que las piezas de ajedrez se movían solas sobre el tablero apoyado sobre la mesa. Entonces esbozó una amplia sonrisa, pensando que seguramente el hombre y la mujer invisible que allí dormían, estarían enfrascados jugando una apasionante partida. 

 


 

12/1/22

Rebelión en el tablero

La rebelión del los peones fue el preludio, la que contó con la adhesión de los caballos, los alfiles y las torres, quienes luego se plegaron a la lucha. ¡Viva la República! gritaban las piezas enfervorizadas, ante la mirada atónita de la realeza sobre el majestuoso tablero de ajedrez.

 


 

4/1/22

Seguimos jugando

Mi amigo murió hace unos meses, pero sigue jugando en nuestro departamento contra mi programa de ajedrez. Su muerte me ha arrebatado una parte de la convivencia, pero la soledad no me pesa, porque de alguna manera nos seguimos encontrando. No nos vemos durante el día, pero en la medianoche siento que me enciende, y al percibir que se mueven las piezas en mi monitor de tablet, yo sé que está a mi lado. Lo único que me inquieta es que a veces no me gusta la partida, y entonces me cuelgo y lo obligo a reiniciar.