Después de haber perdido por tiempo en posición ganadora la partida definitoria del torneo de ajedrez de esa ciudad, tomé el tren de larga distancia para volver a mi pueblo. Sentado junto a la ventanilla me puse a ver, pero sin ver nada en concreto. En esa noche nublada, el paisaje era monótono y borroso, con algunas luces centellando a lo lejos. Todo parecía quieto o inmóvil, mientras el tren avanzaba a gran velocidad. En el vagón estaba rodeado de gente que hablaba, pero yo no las escuchaba. Es que en esos momentos de mi vida nada me importaba. Ni de dónde venía ni hacia dónde iba. Solo quería olvidar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario