El alma de un famoso ajedrecista llamó a la puerta del cielo y cuando apareció San Pedro le dijo:
— Disculpe Señor la molestia, acabo de morir y quisiera pasar al Paraíso para poder jugar con los mejores jugadores del mundo que se encuentran allí.
— Fuiste un hombre de poca fe religiosa, y por eso no te puedo dejar entrar —, le respondió San Pedro.
— No es realmente así Señor. Es verdad que mi fe no ha sido mucha, pero siempre he invocado a Dios para que me ayude cuando me encontraba mal en las partidas de ajedrez. Y gracias a él, que me ha ayudado en todas ellas, he logrado alcanzar el éxito en muchos torneos de mi carrera ajedrecística —, le dijo el maestro.
Tras escucharlo, San Pedro meditó un momento y luego le respondió:
— Bien, te mandaré al Purgatorio para que purifiques tu alma de los pecados que has cometido. Pero antes de dejarte entrar al Paraíso, le pediré a Dios que no te ayude más en tus partidas, porque allí no queremos jugadores ventajeros.
Seleccionado IX Concurso de Microrrelatos. Incluido en el libro del concurso.
Versos Compartidos. Montevideo. Uruguay. Septiembre 2024.