28/12/19

Ajedrecista inocente

No puedes entrar acá, porque aún estás vivo en la tierra ―, le dijo San Pedro al verlo llegar a las puertas del paraíso.
Que lástima, acá están los mejores jugadores de ajedrez del mundo y me gustaría jugar con ellos ¿Estoy vivo realmente? ― le preguntó intrigado el maestro de ajedrez.
Si; estás durmiendo en el medio de un sueño profundo y no has tenido ningún infarto después de haber perdido la partida final del torneo de ajedrez ―, le contestó San Pedro sonriendo. Pero luego de una pausa lo miró con picardía.
¿No recuerdas que hoy es 28 de diciembre y es el día de los inocentes?
¡Que la inocencia te valga! ―, le dijo, mientras lo invitaba a pasar al paraíso.



22/12/19

Viejo juego de ajedrez

Después de varios años, encontré perdido en el altillo de casa, junto a un libro deteriorado y unos anteojos, un viejo juego de ajedrez con el que solía jugar en mi juventud. Entonces me di cuenta de que no me sirve para nada tratar de olvidar.
Aunque el tiempo pase siempre aparece impredecible algún triste momento de mi vida, que puede tomar cualquier forma, como la de ese viejo juego de ajedrez. Él me hace recordar aquella partida que perdí en la final en aquel torneo tan importante, en la que decidí abandonar la práctica del ajedrez profesional, para dedicarme a mi carrera universitaria.





13/12/19

Pesadilla ajedrecística

Una pesadilla estaba martirizando al maestro en esa tarde, cuando de pronto se despertó sobresaltado sobre unos almohadones que estaban en el piso junto a las piezas de ajedrez. Con ellas, antes de sobrevenirle el sueño, había estado estudiando una apertura a emplear en la partida que debería disputar esa noche por la final del torneo de ajedrez.
Al abrir los ojos, la imagen familiar del cuarto cobró vida. Había tenido la angustiosa sensación de encontrarse en esa pesadilla en una posición perdida, de tal forma que sino se hubiera despertado abruptamente, era inevitable su triste e inexorable derrota.
Entonces se levantó como un resorte y abrió la ventana para que entrara una bocanada de aire fresco y perfumado del jardín. La tarde estaba serena, y cuando ante su vista apareció nuevamente la hermosa realidad de la naturaleza, el ritmo de su corazón fue normalizándose, mientras su espíritu se iba recomponiendo poco a poco.
Por suerte, había sido un sueño premonitorio que le había señalado claramente que no era conveniente adoptar esa apertura y esperanzado se puso a estudiar otra línea más prometedora, la que luego empleó con éxito en el encuentro que disputó por la noche.

Yo vi a Papá Noel traerme el juego de ajedrez

Cuando yo tenía seis años, me propuse ver a Papá Noel. En esa nochebuena con mis padres y todos los parientes nos habíamos reunido en el living, con un hermoso arbolito de Navidad junto a la chimenea. A la medianoche, luego de celebrar en medio de la sidra, el pan dulce y el ruido de cohetes, mi madre me mandó a dormir a mi habitación. Allí me senté en un sillón junto a la ventana y aguanté el sueño como pude, hasta que se fueron los últimos invitados. 
Me costaba mantenerme despierto, cuando de repente, me pareció escuchar un ruido tras la ventana y al mirar, allí estaba… ¡Era Papá Noel! , el simpático gordito barbudo de traje rojo, barba blanca y mejillas rojas, transportado por renos alados, que con su bolsa de juguetes entraba por la chimenea.
Al despertarme en ese sillón entre las penumbras del amanecer, fui corriendo silenciosamente al living para no despertar a mis padres. Allí me llenó de alegría encontrar junto al arbolito, el hermoso juego de ajedrez que le había pedido.
Hoy después de tantos años de jugar al ajedrez, cuando va llegando la Navidad, estos recuerdos me llenan de nostalgias, porque aquella inocencia de mi niñez, junto con mis padres, ya se han ido, como se van las noches con sus sueños.