Se abrió la tapa y la oscuridad que
me rodeaba se llenó nuevamente de luz. Me puse contento porque
llevaba mucho tiempo encerrado en esa caja de madera alta y estrecha.
El entrar nuevamente en combate me llenaba de ansiedad, porque
ambicionaba ser el héroe de la vibrante lucha ajedrecística que
estaba por comenzar. Si bien era sólo un simple caballo
blanco de plástico, con la cabeza ligeramente alzada, sentía al
iniciarse la batalla que mi apariencia era señorial.
La disputa se
hizo intensa y muchas piezas fueron cayendo en la refriega, y en un
momento dado el rey negro enemigo fue amenazado y tuvo que escapar
hacia el centro del tablero. De pronto sentí que alguien me atacaba
desde una columna lateral. Pero no era más que un insignificante
peón negro que avanzaba con su cabeza mellada y entonces lo esquivé
con arrogancia, saltando prestamente sobre él.
Luego me interné por unos peligrosos
senderos que me llevaban hacia la dama negra y mientras me acercaba,
intuí que se produciría el acontecimiento de grandeza que tanto
anhelaba. No era para menos, al presentase la oportunidad salté con
precisión y jaqueando al rey negro, amenacé a la vez a la dama
ubicada en nuestra primer fila.
Estaba pletórico de alegría, porque
sólo de vez en cuando podía tener una sensación de triunfo como
aquella y cuando el rey negro amenazado tuvo que moverse, aproveché
para tomar su dama En ese momento, pensé que había alcanzado la
gloria y paladeando ya el sabor del triunfo, me sentía como el gran
hacedor de la victoria de mi ejército.
Pero ocurrió algo que ni por
casualidad había previsto. Ese mellado peón negro que no valía
gran cosa y al que no le había dado ninguna importancia, estaba
oculto defendiendo la posición de su dama e inmediatamente me tomó
desprevenido donde yo me encontraba, que para él era la fila de su coronación. Fue allí, que ofrendando su vida, resucitó a la dama negra y luego,
ya fuera de combate, vi como esa circunstancia trascendente de la
lucha le dio finalmente el triunfo al enemigo.
La realidad fue que el héroe de la
batalla no había sido otro que aquel humilde peón que yo tanto
había subestimado y despreciado, pensaba con tristeza, mientras me
encerraban nuevamente en esa caja de madera alta y estrecha, donde me
esperaban largos días de reminiscencia llenos de oscuridad y
silencio.


Seleccionado
Concurso de Relatos.
Incluido
en el libro. Héroe.
Asociación
Letras con Arte. España.Noviembre 2018.