Un día un extraño y desconocido jugador de ajedrez de
aspecto desgarbado y mirada penetrante, apareció en forma sorpresiva en un bar del
pueblo en la que se desarrollaba esa actividad. Tenía el poder psíquico
como para extraer parte del espíritu de lucha de su adversario en cada partida que
disputaba y de esa manera, al poco tiempo arrasó con todos los jugadores del
lugar.
Prácticamente ya se había quedado sin rivales que se
atrevieran a jugar con él, cuando un experimentado maestro de ajedrez que
estaba de vacaciones en el pueblo, al enterarse de esas hazañas se presentó en
el bar. Entonces, como al pasar, lo desafió a jugar una partida, lo que creó muchas expectativas
en los aficionados que concurrían a jugar allí asiduamente. Al aceptar la
propuesta del forastero el extraño jugador le dijo con cierta displicencia que
le daba la ventaja de salida con blancas.
Desde el momento en que el maestro inició la partida comenzó
a molestarle la mirada penetrante y maléfica que le dirigían los ojos de su rival
luego de hacer cada uno de sus movimientos. Como el maestro era muy
experimentado, trató por todos los medios de no observarlo, concentrándose
solamente en el desarrollo de la partida. De esa forma, comenzó a disponer estratégicamente
todas sus piezas con un agresivo entramado logístico, y así logró poco a poco paralizar
cada una de las piezas que defendían al rey negro enemigo.
Pero a medida que avanzaba la partida, el maestro notaba
un persistente decaimiento de su energía mental provocado por aquel ser
empedernido que luchaba para subsistir en el tablero, fulminándolo permanentemente
con su mirada. Sin embargo, aunque el maestro sufría una gran extenuación y
cansancio, con las pocas fuerzas que le quedaban y manteniendo a duras penas su
concentración, logró que la posición de su rival se hiciera desesperante. Finalmente el extraño jugador debió inclinar su rey sobre el tablero ante
las amenazas provocadas por una red de mates inevitables.
Desde ese momento el maestro comenzó repentinamente a
experimentar una sensación de
liberación, notando que la sangre volvía a circular por sus venas, y renacía nuevamente
en él la fortaleza de su ánimo. Por el contrario, su rival iba palideciendo rápidamente
y se fue escogiendo como si fuera perdiendo su energía vital. Entonces, sin decir absolutamente nada se levantó torpemente de su asiento, y se
retiró del bar dirigiéndose silenciosamente
a la puerta de salida, con paso lento y vacilante.
El extraño jugador no concurrió al día siguiente al bar
y nunca más lo volvieron a ver en el pueblo, desapareciendo misteriosamente sin
dejar ningún rastro de su existencia. En las reuniones del bar se comentó mucho
ese hecho, que constituyó desde entonces un gran enigma y aunque se
argumentaron y discutieron una infinidad de teorías, el caso nunca llegó a
dilucidarse.
Algunos decían que era el alma en pena de James Braid
el inventor del hipnotismo, que se había reencarnado para constatar sus ideas
en el juego de ajedrez. Sin embargo, para la mayoría de los ajedrecistas del bar era el
espíritu de un parasicólogo contratado por la KGB para mirar fijamente a Víctor
Korchnoi en el mach por el campeonato mundial contra Anatoly Karpov.
