Era ya pasada la medianoche de un
verano bastante caluroso y el maestro no podía conciliar el sueño
en su dormitorio, preocupado por el nuevo torneo interzonal en la
que debía participar y que comenzaría la semana venidera.
Entonces,
salió al balcón de su ventana y al ver la luna llena iluminando al
parque ubicado frente a su departamento, como forma de combatir su
somnolencia decidió caminar un rato por él para aprovechar el fresco
de la noche. Además se llevó las piezas de ajedrez y una revista
especializada, para analizar algunas partidas de sus rivales en la
mesa de ajedrez que había en el parque, que a esa hora seguramente
estaría desocupada.
Luego
de dar unas vueltas por los senderos del parque bajo la luz de la luna, se había
puesto a copiar una partida en la mesa de ajedrez, cuando de pronto
surgió desde las sombras de la noche un joven, quien lo
saludó con simpatía y le dijo que deseaba jugar al ajedrez con un
importante maestro como él.
Repuesto
de la sorpresa ante esa inesperada aparición, que le hizo en
principio pensar que se trataba de un asaltante, le pidió
que se retirara, porque él no se consideraba un maestro importante y por otra parte, no se dedicaba a la enseñanza del
ajedrez y mucho menos a esa hora de la madrugada.
─
Pero yo no quiero que me enseñe, solo
pretendo jugar una partida con Ud. ─,
le contestó el
muchacho angustiado y con la decepción reflejada en su rostro.
Entonces,
al ver la tristeza del joven y su imagen bondadosa, recapacitó, y
pensando que mal no le vendría para conciliar el sueño practicar
con alguien un poco de ajedrez, accedió a su pedido y le ofreció
sentarse para jugar una partida.
─
Elige el color que te guste y
si quieres te doy alguna
pieza de ventaja ─
, le dijo sonriendo
a su joven rival.
─
No me importa jugar
con blancas o negras, ni que me
dé ventaja alguna, lo que realmente
ansío es poder disfrutar
del ajedrez,
porque hace bastante tiempo que
no juego ─,
le contestó el muchacho.
Comenzaron
la partida y a las pocas jugadas el maestro con negras estaba en graves
problemas y finalmente tuvo que abandonar la partida ante la
superioridad posicional aplastante del joven desconocido.
Sin
todavía poder salir de su asombro, el maestro volvió a acomodar las
piezas pensando que todo aquello era una mala pasada, pero en la
siguiente partida con blancas volvió a hallarse en dificultades. El joven que
se mantenía completamente silencioso, jugaba con una seguridad
impresionante. De todas maneras,
a duras penas el
maestro logró sobrellevar la partida hasta el medio juego, entrando
en un final que aunque estaba
algo inferior, le parecía que
podría aspirar a
las tablas. Pero su rival en
esa fase del juego hizo sus
jugadas con tanta firmeza y precisión que fueron desmoronando una a
una sus esperanzas, hasta que finalmente tuvo que inclinar nuevamente
su rey.
Ya
desesperado por tales desenlaces, el maestro miró a los ojos de su
rival para proponerle jugar otra partida, pero ante su sorpresa, el
joven le dijo que tenía que irse porque ya estaba amaneciendo y agradeciéndole que le haya dado la
posibilidad de poder jugar con él, desapareció rápidamente en la oscuridad del
parque, sin que el maestro tuviera tiempo de reaccionar.
Cuando
retornó a su departamento, el maestro estaba muy
intrigado, reprochándose no haber obtenido ningún dato del
muchacho, ni siquiera como se llamaba, pero algo en el subconsciente
le decía que a ese joven lo había visto en alguna parte. Luego,
recorriendo un álbum de fotos de famosos ajedrecistas, quedó
completamente desconcertado cuando lo reconoció, porque él no creía
en los fantasmas que algunos decían que deambulaban por el parque en
las noches de luna llena. Sin embargo, no le cabía duda que la imagen de ese jugador misterioso, era similar nada menos que a la del
mismísimo Capablanca cuando era joven.