Aquellas vacaciones de mi infancia con
mi hermano gemelo fueron sin duda las que más recuerdo. Teníamos
las mismas características físicas
y nuestra madre nos llevaba a la misma peluquería y compraba nuestra
indumentaria por duplicado. Sin embargo, había
mucha diferencia entre los dos. Su cerebro se lesionó en el parto y
comenzó a ir un poco más despacio que el de los demás niños de su
edad. Y, aunque yo solo tenía trece años, a menudo debía cuidar de
él.
—¿Dónde está tu hermano? —,
me preguntaba mi madre en
muchas ocasiones.
— Jugando al ajedrez —,
solía contestar yo
automáticamente.
Pero nunca fallaba, porque mi hermano, al que siempre le gustaba
mostrarme algunas jugadas que
eran para mí inentendibles, se
divertía pasándose horas solitario jugando
con las
piezas de ajedrez que tanto le
fascinaban.
Aquel año nos hospedamos para
veranear en la casa de mi tía que vivía con un hijo un poco mayor
que yo, y estaba emplazada en un hermoso pueblito serrano. Para mi
primo, los niños de la ciudad
éramos su enemigo natural y se hacía casi inevitable que acabásemos
enfrentados en cualquier competencia.
Él defendía sus costumbres
provincianas y yo trataba de imponer mi orgullo de habitante de la
ciudad. Ambos lo hacíamos con todo el entusiasmo del que éramos
capaces en las actividades físicas como partidos de fútbol,
carreras, etc.
que realizábamos con los otros chicos del pueblo,
Sin embargo, en esos días que
habíamos pasado yo no había conseguido ganarle a nada. Recuerdo que
solo quedaban un par de días para que se terminaran las vacaciones.
Estábamos
jugando a la escondida con mi primo y algunos niños del pueblo,
cuando de pronto, agazapado bajo el tronco de un árbol, tuve la
certeza de algo con lo que podía vencerlo .
— Te desafío a una partida de
ajedrez —le dije, cuando se aproximó y me descubrió en mi
escondite.
— Dale —me respondió pensando que
me vencería fácilmente en el reto.
— En el tablero que hay en la plaza
del pueblo —añadí.
Mi primo clavó su mirada en mí, al
escuchar esa proposición. Entonces, echó un vistazo alrededor y,
finalmente, ante los rostros expectantes del resto de nuestros
compañeros de juegos, hizo un leve asentimiento con la cabeza.
— Está bien, está bien. ¿Jugamos
ahora?
— Mejor mañana por la mañana —,
le dije.
— ¿Y no van a apostar nada? —,
preguntó uno de los niños del
grupo.
— Mi pelota de fútbol contra tu
juego de ajedrez —, propuse.
A mí su juego, si bien era hermoso,
me daba igual, pero sabía que a él le encantaba mi balón y quería
ofrecerle un motivo para que no se echara atrás. Mientras nos dimos
la mano, sentía los latidos de mi corazón dado que me exponía a
una derrota humillante o a la más absoluta de las victorias.
Al otro día, después de desayunar en la casa, mi
primo salió
un rato antes a la plaza para encontrarse con sus
amigos Luego de un rato respiré hondo y al llegar la hora me
encaminé hacia la calle. Ya estaba por salir, cuando escuché la voz
de mi madre.
— Llévate a tu hermano.
Miré a mi hermano que estaba sentado
en el suelo del salón con el tablero de ajedrez y
la cara triste, porque mi primo se había llevado la caja con las
piezas.
— Pero..., pero...
— No hay pero que valga. Todavía
tengo que preparar las valijas y no lo quiero por aquí molestando.
Te llevas a tu hermano contigo y punto.
Mi hermano se levantó con lentitud,
estiró su brazo hacia mí y me dio su mano
con una sonrisa. Cuando
llegamos a la plaza, lo
acompañé hasta un banco de madera cercano al lugar de juego
y le
di una revista de historietas
que había comprado al llegar,
pidiéndole que me espere
sentado allí. No me atreví a
que se quede tanto tiempo parado viendo a partida,
porque sus débiles piernas no resistirían.
— Al fin llegaste y
parece que tienes miedo —,
me dijo mi primo con sorna
cuando me vio aparecer.
Entonces, rodeado de los chicos del
pueblo comenzó el desafío.
En
la apertura estaba algo nervioso porque la posición de mis piezas en
el tablero no eran del todo satisfactoria, pero con mi mente
emprendedora me dispuse a luchar contra aquellas amenazas que se
cernían sobre mi. Entonces elegí dentro de las variantes posibles,
una que me conducía a un medio juego que podría derivar en un final
ventajoso.
Pero
durante el desarrollo de la partida mi situación fue desmejorando
paulatinamente, dado que mis piezas fueron perdiendo terreno, creando
debilidades notorias en mi posición. Finalmente perdí un peón y en
el final mi situación se tornó desesperante.
Fue en ese momento que
me indispuse y me agarró una necesidad urgente de ir al baño.
— Te pido por favor que suspendamos
un poco la partida,
porque tengo que ir al baño —,
le dije a mi primo.
— Está bien, pero... ¿No quieres
abandonar la partida antes? —,
me preguntó burlonamente.
Salí corriendo sin contestarle,
para dirigirme a los baños
públicos que estaban a unos
veinte metros de allí. En el trayecto vi a mi hermano que estaba
aburrido en el banco,
luego de haber leído la revista. Entonces pensé que alguna hoja de la revista me vendría bien para cubrir mis necesidades en el baño, y que como la partida
terminaría rápidamente, sería mejor que se acercara hacia el
lugar de la partida.
— Dame la revista y andá a ver,
que la partida está por
terminar
y yo voy al baño y vengo
—, le dije.
Luego, al regresar del baño, grande
fue mi sorpresa cuando
noté que mi hermano gemelo
estaba sentado en el banco continuando la partida
y de pronto, vi como
comenzó a brincar celebrando
la victoria.
Entonces me acerqué lentamente hacia él
con la revista en la mano, simulando que yo era el hermano y en medio del revuelo que producían
los chicos del pueblo,
mi hermano tomó la revista y se hizo a un lado. De ese modo, sin que nadie se percatara,
yo asumí el rol del ganador de
la partida. El único que hasta hoy quedó con la
duda fue mi primo, a quien antes de regresar a la ciudad le regalé
la pelota de fútbol.
Nunca
supe como
mi hermano gemelo se
las ingenió para ganar la
partida, pero lo cierto es que
desde hace unos años, practicando con el hermoso juego de ajedrez de
mi primo, no ha dejado triunfar. Y
hoy bajo mi aplauso lleno de
orgullo, ha ganado nada menos que una medalla de oro en un torneo
interzonal importante de la ciudad.