Todo empezó con una partida de ajedrez, que constituyó de pronto el escenario de una guerra de pareja entre los dos. A ambos lados del tablero desplegaron rápidamente sus ejércitos. Ella atacó con sus piezas en silencio. Él respondió defendiéndose con indiferencia. Hasta que de pronto los nervios se caldearon, y lanzaron todos sus reproches acompañados con algunos insultos . Él gritó. Ella lloró. En ese instante apareció el árbitro del torneo para suspender la partida, lo que hizo pensar que habría una tregua. Fue entonces cuando él arrojó la bomba definitiva.
— Abandono y te dejo para siempre —, le dijo, mientras inclinaba su rey y se retiraba del recinto.
La guerra había terminado.
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