10/7/21

Mi hermano gemelo

Aquellas vacaciones de mi infancia con mi hermano gemelo fueron sin duda las que más recuerdo. Teníamos las mismas características físicas y nuestra madre nos llevaba a la misma peluquería y compraba nuestra indumentaria por duplicado. Sin embargo, había mucha diferencia entre los dos. Su cerebro se lesionó en el parto y comenzó a ir un poco más despacio que el de los demás niños de su edad. Y, aunque yo solo tenía trece años, a menudo debía cuidar de él.

—¿Dónde está tu hermano? —, me preguntaba mi madre en muchas ocasiones.

— Jugando al ajedrez —, solía contestar yo automáticamente. Pero nunca fallaba, porque mi hermano, al que siempre le gustaba mostrarme algunas jugadas que eran para mí inentendibles, se divertía pasándose horas solitario jugando con las piezas de ajedrez que tanto le fascinaban.

Aquel año nos hospedamos para veranear en la casa de mi tía que vivía con un hijo un poco mayor que yo, y estaba emplazada en un hermoso pueblito serrano. Para mi primo, los niños de la ciudad éramos su enemigo natural y se hacía casi inevitable que acabásemos enfrentados en cualquier competencia.

Él defendía sus costumbres provincianas y yo trataba de imponer mi orgullo de habitante de la ciudad. Ambos lo hacíamos con todo el entusiasmo del que éramos capaces en las actividades físicas como partidos de fútbol, carreras, etc. que realizábamos con los otros chicos del pueblo,

Sin embargo, en esos días que habíamos pasado yo no había conseguido ganarle a nada. Recuerdo que solo quedaban un par de días para que se terminaran las vacaciones. Estábamos jugando a la escondida con mi primo y algunos niños del pueblo, cuando de pronto, agazapado bajo el tronco de un árbol, tuve la certeza de algo con lo que podía vencerlo .

— Te desafío a una partida de ajedrez —le dije, cuando se aproximó y me descubrió en mi escondite.

— Dale —me respondió pensando que me vencería fácilmente en el reto.

— En el tablero que hay en la plaza del pueblo —añadí.

Mi primo clavó su mirada en mí, al escuchar esa proposición. Entonces, echó un vistazo alrededor y, finalmente, ante los rostros expectantes del resto de nuestros compañeros de juegos, hizo un leve asentimiento con la cabeza.

— Está bien, está bien. ¿Jugamos ahora?

— Mejor mañana por la mañana —, le dije.

— ¿Y no van a apostar nada? —, preguntó uno de los niños del grupo.

— Mi pelota de fútbol contra tu juego de ajedrez —, propuse.

A mí su juego, si bien era hermoso, me daba igual, pero sabía que a él le encantaba mi balón y quería ofrecerle un motivo para que no se echara atrás. Mientras nos dimos la mano, sentía los latidos de mi corazón dado que me exponía a una derrota humillante o a la más absoluta de las victorias.

Al otro día, después de desayunar en la casa, mi primo salió un rato antes a la plaza para encontrarse con sus amigos Luego de un rato respiré hondo y al llegar la hora me encaminé hacia la calle. Ya estaba por salir, cuando escuché la voz de mi madre.

— Llévate a tu hermano.

Miré a mi hermano que estaba sentado en el suelo del salón con el tablero de ajedrez y la cara triste, porque mi primo se había llevado la caja con las piezas.

— Pero..., pero...

— No hay pero que valga. Todavía tengo que preparar las valijas y no lo quiero por aquí molestando. Te llevas a tu hermano contigo y punto.

Mi hermano se levantó con lentitud, estiró su brazo hacia mí y me dio su mano con una sonrisa. Cuando llegamos a la plaza, lo acompañé hasta un banco de madera cercano al lugar de juego y le di una revista de historietas que había comprado al llegar, pidiéndole que me espere sentado allí. No me atreví a que se quede tanto tiempo parado viendo a partida, porque sus débiles piernas no resistirían.

— Al fin llegaste y parece que tienes miedo —, me dijo mi primo con sorna cuando me vio aparecer.

Entonces, rodeado de los chicos del pueblo comenzó el desafío.

En la apertura estaba algo nervioso porque la posición de mis piezas en el tablero no eran del todo satisfactoria, pero con mi mente emprendedora me dispuse a luchar contra aquellas amenazas que se cernían sobre mi. Entonces elegí dentro de las variantes posibles, una que me conducía a un medio juego que podría derivar en un final ventajoso.

Pero durante el desarrollo de la partida mi situación fue desmejorando paulatinamente, dado que mis piezas fueron perdiendo terreno, creando debilidades notorias en mi posición. Finalmente perdí un peón y en el final mi situación se tornó desesperante.

Fue en ese momento que me indispuse y me agarró una necesidad urgente de ir al baño.

— Te pido por favor que suspendamos un poco la partida, porque tengo que ir al baño —, le dije a mi primo.

— Está bien, pero... ¿No quieres abandonar la partida antes? —, me preguntó burlonamente.

Salí corriendo sin contestarle, para dirigirme a los baños públicos que estaban a unos veinte metros de allí. En el trayecto vi a mi hermano que estaba aburrido en el banco, luego de haber leído la revista. Entonces pensé que alguna hoja de la revista me vendría bien para cubrir mis necesidades en el baño, y que como la partida terminaría rápidamente, sería mejor que se acercara hacia el lugar de la partida.

— Dame la revista y andá a ver, que la partida está por terminar y yo voy al baño y vengo —, le dije.

Luego, al regresar del baño, grande fue mi sorpresa cuando noté que mi hermano gemelo estaba sentado en el banco continuando la partida y de pronto, vi como comenzó a brincar celebrando la victoria.

Entonces me acerqué lentamente hacia él con la revista en la mano, simulando que yo era el hermano y en medio del revuelo que producían los chicos del pueblo, mi hermano tomó la revista y se hizo a un lado. De ese modo, sin que nadie se percatara, yo asumí el rol del ganador de la partida. El único que hasta hoy quedó con la duda fue mi primo, a quien antes de regresar a la ciudad le regalé la pelota de fútbol.

Nunca supe como mi hermano gemelo se las ingenió para ganar la partida, pero lo cierto es que desde hace unos años, practicando con el hermoso juego de ajedrez de mi primo, no ha dejado triunfar. Y hoy bajo mi aplauso lleno de orgullo, ha ganado nada menos que una medalla de oro en un torneo interzonal importante de la ciudad.

 



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