Era una partida muy complicada y tuvo que sacar fuerzas de flaquezas para lograr safar de una red de mate que le tendió el enemigo. Por suerte, quedó luego en mejor posición, pero como esa lucha lo había dejado exhausto, con cierta alegría buscó recuperarse por un momento, cerrando plácidamente los ojos ante ese vivificante tablero. Fue allí cuando lo despertó su mujer muy enojada, para preguntarle si pensaba quedarse toda la mañana del domingo en la cama, o si se iba a levantar de una vez por todas, para ayudarla en las tareas domésticas. Entonces, se cubrió la cabeza con la almohada, para no seguir oyendo las recriminaciones de su esposa y cerró los ojos, tratando de abrirlos nuevamente ante aquel vivificante tablero de su sueño.