Me enamoré de ella desde el primer momento en que la vi. Fue en la fiesta de egresados como bachilleres en la escuela secundaria. Ya al cruzar nuestras miradas se produjo entre nosotros una instintiva y recíproca atracción, y entonces comenzamos a charlar sobre nuestro futuro.
Que ella detestara que me dedicara al juego de ajedrez, que era mi pasión, y que a mí no me gustara para nada seguir la carrera de arquitectura, no fue un obstáculo para iniciar nuestra relación amorosa. Ella soñaba en el futuro con ser Arquitecta y que su novio también lo fuera, y no era cuestión de defraudarla. Así que me anoté con ella en el curso del turno tarde en la Facultad de Arquitectura.
Pero ocurrió que poco a poco nos fuimos distanciando en los estudios, porque ella era una alumna aventajada que fue avanzando con las mejores notas, mientras que yo era un estudiante desganado, que solo pude aprobar raspando algunas materias y debí recursar la mayoría de ellas.
Lo que ella nunca supo es que por las noches, me dediqué en un club de ajedrez a desarrollar a escondidas mi verdadera pasión. Y aunque parezca mentira, lo bueno es que fui progresando y llegué a ser maestro al ganar varios torneos. Lo malo es que no sé que va a pasar ahora con nuestra relación. Esta tarde en la Facultad voy a revelarle el secreto, y decirle que he decidido que mi futuro profesional no va a ser el de Arquitecto sino el de ajedrecista. Es que anoche me consagré con el título de campeón nacional de ajedrez.
Finalista IX Concurso de Cuentos breves. Amor, amor.
Incluido en el libro: Amor de ir y venir.
Creatividad Literaria. España. Octubre 2024.
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