Después
de varios años, encontré perdido en el altillo de casa, junto a un
libro deteriorado y unos anteojos, un viejo juego de ajedrez con el
que solía jugar en
mi juventud.
Entonces me di cuenta de que no me sirve para nada tratar de olvidar.
Aunque el tiempo pase siempre aparece impredecible algún triste
momento
de mi
vida, que puede tomar cualquier forma, como la de ese viejo juego de
ajedrez. Él me hace recordar aquella
partida que perdí en la final en aquel torneo tan importante, en la que decidí abandonar la práctica
del ajedrez profesional, para dedicarme a mi carrera universitaria.
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