Mi amigo murió hace unos meses, pero sigue jugando en nuestro departamento contra mi programa de ajedrez. Su muerte me ha arrebatado una parte de la convivencia, pero la soledad no me pesa, porque de alguna manera nos seguimos encontrando. No nos vemos durante el día, pero en la medianoche siento que me enciende, y al percibir que se mueven las piezas en mi monitor de tablet, yo sé que está a mi lado. Lo único que me inquieta es que a veces no me gusta la partida, y entonces me cuelgo y lo obligo a reiniciar.
Finalista XI Concurso de Microrrelatos. Melgar.
Incluido en el libro: Regresión.
Letras como Espada. España. Octubre 2025.


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