Esa mañana, luego de emerger de la boca del subte para unirse al caudaloso flujo de personas que iban hacia el centro de la ciudad, el profesor de ajedrez se dirigía a realizar sus tareas. Estaba caminando unas cuadras por la peatonal, cuando vio en la vidriera de un negocio de venta de objetos usados, un extraño juego de ajedrez de vidrio resplandeciente, que le llamó poderosamente la atención. Buscó sacarse de encima esa imagen para no perder tiempo y durante todo el día estuvo completamente ocupado enseñando en las diversas escuelas en que dictaba sus clases.
Cuando regresó a su departamento eran ya las seis de la tarde y se sentía fatigado, deseando llegar cuanto antes para ponerse cómodo y disfrutar de un rato de sosiego. Al pasar por el lugar donde estaba expuesto el juego de ajedrez, trató nuevamente de no perder tiempo prestándole atención. Pero esta vez no logró contenerse, y se paró frente a la vidriera, porque sentía en lo profundo de su ser una cierta atracción hacia ese extraño juego.
De pronto, un escalofrío le recorrió el cuerpo, al escuchar en su conciencia que el juego de ajedrez le pedía que lo lleve, mientras su cerebro no paraba de procesar como por arte de magia ese pedido. Entonces, considerando que si bien el juego era usado, como el precio era aceptable, estaba en buenas condiciones y le gustaba sobremanera, decidió hacerle caso y llevarlo. De modo que entró en el local para comprarlo.
Luego de haberlo adquirido, mientras el vendedor envolvía el juego, le comentó esbozando una sonrisa, que no sabían quien había sido el dueño anterior, porque un día había aparecido misteriosamente sobre el mostrador del negocio. Al llegar a su departamento, dejó el paquete sobre la cama del dormitorio y luego de ir al baño, entró en la cocina tratando de recuperarse del cansancio. Para levantar el ánimo encendió la televisión para ver algún programa de entretenimientos y se preparó algo de comer.
Después de cenar frugalmente, completamente agotado y con bastante sueño se dirigió al dormitorio. Al encontrar sobre la cama el paquete con el juego de ajedrez, lo acomodó sobre una silla, recordando con una sonrisa esa desconocida sensación que lo había conmovido y lo llevó a comprarlo. No bien se acostó, percibió por la ventana entreabierta del dormitorio que la noche era inusualmente clara. Las estrellas se podían ver por doquier, llenando la bóveda celeste de diminutos puntos plateados.
De pronto, una luz resplandeciente ocupó por unos momentos la escena, dibujando un arco perfecto en el cielo. Al instante, sintió una voz que provenía de la silla donde había dejado el juego de ajedrez:
— Hace un largo tiempo que estoy esperando llevarme a analizar a algún ajedrecista y para ello he tomado la forma de un juego de ajedrez. La nave ha llegado y ya está aquí para transportarte.
— Pero, ¿donde me llevas? —, preguntó asustado.
— Muy lejos, a un planeta de esta galaxia donde estamos estudiando toda vuestra primitiva forma de vida.
Fue allí, cuando una luz lo envolvió hasta hacerle perder por completo la noción del espacio y del tiempo, mientras sentía como que se sumergía en la profundidad del universo infinito.
El sol que penetraba por la ventana le pegaba implacablemente en el rostro cuando se despertó sobresaltado. El infalible despertador natural había hecho su obra. Eran las ocho de la mañana y bajo la luz del nuevo día, la realidad recobraba su abrumadora carga.
Entonces, mientras se despabilaba sintiendo algunos pinchazos en el cuerpo, se dirigió con sigilo hacia la silla donde había dejado el juego de ajedrez. Pero solo había quedado el envoltorio en el suelo, dado que el extraño juego había desaparecido misteriosamente, sin dejar rastro alguno de su existencia en este mundo.
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