19/11/21

La celada

Era una partida rápida a tres minutos con dos segundos de recupero por jugada. Había quedado bastante bien en la apertura, pero poco a poco, mi adversario fue adquiriendo una posición dominante en el medio juego. A todo esto, al avanzar la partida, el reloj me estaba dejando casi sin margen de reflexión. Me quedaban ya pocos segundos para perder por tiempo y empecé a sentirme agobiado e inquieto. Por suerte pude realizar al toque varias jugadas obvias y de ese modo recuperé algo de tiempo, pero mi posición seguía siendo muy delicada.

Fu allí que de pronto como un relámpago apareció iluminada ante mi vista la posibilidad de realizar una celada entregando mi dama. Entonces, para desconcertar a mi rival busqué que esa jugada le pareciera como un descuido mío fatal, producto de mis nervios y de mi falta de tiempo. Pero si me comía la dama, dando jaque con el alfil le daría luego mate apoyado por mi torre.

¿Caería en la celada? De todas formas no me quedaba otra alternativa y el tiempo se me agotaba. De modo que jugué el caballo dejando la dama colgada, poniendo cara de inocencia. Luego de realizar la jugada, fingí al instante un gesto de contrariedad y cuando mi rival me miró a los ojos, sorprendido e incrédulo, yo puse mi mejor cara de circunstancias.

Pero mi rival dudó, sujetándose la cabeza con ambas manos y mientras avanzaban los segundos de su reloj, el silencio era sobrecogedor y el corazón me latía con fuerza. Hasta que cuando ya no le quedaba nada de tiempo se decidió y no tomó mi dama de regalo, comiéndose la torre y evitando así mi solapada amenaza. Finalmente luego de realizar ambos varias jugadas al toque, no me quedó otra que abandonar. Al despedirnos dándonos la mano mi adversario me dijo con una sonrisa:

—Casi caigo en tu celada y tuve suerte, porque a pesar del poco tiempo que me quedaba y de tus actuaciones actorales, pude darme cuenta que la dama estaba envenenada. 

 


 

 

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