Estaban haciendo en el club de ajedrez una cena de homenaje al ajedrecista que se había consagrado ese año campeón del torneo online. Era de partidas rápidas Blitz a tres minutos por jugador, con dos segundos de recupero por jugada. Como el homenajeado tardaba en llegar, el consejero espiritual del club, que era el párroco del pueblo, decidió decir unas palabras para hacer tiempo:
— Cuando fui designado consejero espiritual, no se conocía aún todo ese avance informático que se produjo en estos últimos años en el ajedrez online. Recuerdo que al día siguiente, el primer jugador de este tipo de partidas del club que se confesó conmigo en la parroquia, me dijo que empleaba un dispositivo que disparaba rápida y subrepticiamente las jugadas de un programa informático de ajedrez. Al afirmarme que ello era muy difícil de detectar, me dejó asombrado y a la vez muy preocupado, porque por mis votos eclesiásticos debía mantener el secreto en el club.
Por suerte, al transcurrir el tiempo, se desarrollaron algunos métodos para detectar esas irregularidades, y al ir conociendo mejor a los jugadores de ajedrez que jugaban en esa modalidad, me di cuenta de que no todos procedían de aquella manera. Vi que la mayoría de ellos eran muy responsables y estaban ungidos de entrañables valores éticos. Así he vivido estos últimos años esas muevas tendencias en el ajedrez, durante mi cargo honorario en el club.
Justamente en este momento llegó el campeón, por lo que se le dio la palabra. Por supuesto, pidió disculpas por llegar tarde y al ver al párroco del pueblo, se dirigió a él esbozando una sonrisa:
— Nunca voy a olvidar que al otro día que asumió como consejero espiritual de nuestro club, tuve el honor de ser el primero en confesarme en su parroquia…