en un pequeño tablero blanco y negro,
donde las piezas pueden producir
un sinnúmero de combinaciones.
Ellas nos inundan de goce estético,
pero nunca calmarán nuestra sed,
porque los posibles movimientos
van más allá del alcance racional.
Tal vez, sea una de las maneras
que Dios creó para deleitar el intelecto,
mientras el devenir del tiempo
juega al ajedrez con nuestro destino.
que Dios creó para deleitar el intelecto,
mientras el devenir del tiempo
juega al ajedrez con nuestro destino.
Muy bueno
ResponderEliminar