Cállate remordimiento y dime qué tengo que hacer para que me dejes. Es cierto que me equivoqué y perdí la gran oportunidad ajedrecística de mi vida, porque con solo empatar ganaba el torneo. ¿No te parece que ya he tenido suficiente sufrimiento con haber perdido tan tontamente esa partida?
Por favor, márchate de mi conciencia, vuelve de donde viniste y déjame dormir tranquilo. Ya no soporto más que me reproches el hecho de no haber aceptado las tablas. Es que yo no quería especular dado que tenía una posición superior, y nunca pensé que luego iba a perder por no ver una sencilla jugada ganadora de mi rival.
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