Esa
noche después de ganar una intensa partida de ajedrez en el torneo
del club, el maestro se recostó en la cama para analizarla sobre un
pequeño juego portátil, como forma de conciliar el sueño.
Al quedarse dormido tuvo una pesadilla, en la que se encontraba en el universo viendo la misma partida que esa noche disputó con su rival, donde las piezas se movían sobre un enorme tablero flotante de cuadrados blancos y negros.
Pero lo escalofriante de ese sueño fue el comprobar que las piezas de ajedrez se fueron convirtiendo repentinamente en seres humanos de carne y hueso, que luchaban ensangrentados unos contra otros en un violento embrujo endiablado, de acuerdo a las posiciones que se iban produciendo.
Aterrado porque la partida se había convertido en espeluznante y sangrienta, escuchó la voz celestial de la diosa Caissa, quien le dijo que esa estremecedora mutación iba a terminar cuando concluyera esa contienda ajedrecística, y que luego las características físicas de las piezas volverían a ser igual que antes.
Y al despertarse de esa pesadilla justo en el momento en que los seres de su rival abandonaban la lucha, pudo constatar la veracidad de esa aseveración, al ver el tablero y las relucientes piezas del juego de ajedrez, caídas sobre las sábanas revueltas de su cama.
Al quedarse dormido tuvo una pesadilla, en la que se encontraba en el universo viendo la misma partida que esa noche disputó con su rival, donde las piezas se movían sobre un enorme tablero flotante de cuadrados blancos y negros.
Pero lo escalofriante de ese sueño fue el comprobar que las piezas de ajedrez se fueron convirtiendo repentinamente en seres humanos de carne y hueso, que luchaban ensangrentados unos contra otros en un violento embrujo endiablado, de acuerdo a las posiciones que se iban produciendo.
Aterrado porque la partida se había convertido en espeluznante y sangrienta, escuchó la voz celestial de la diosa Caissa, quien le dijo que esa estremecedora mutación iba a terminar cuando concluyera esa contienda ajedrecística, y que luego las características físicas de las piezas volverían a ser igual que antes.
Y al despertarse de esa pesadilla justo en el momento en que los seres de su rival abandonaban la lucha, pudo constatar la veracidad de esa aseveración, al ver el tablero y las relucientes piezas del juego de ajedrez, caídas sobre las sábanas revueltas de su cama.
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