Desde que se conoció el ajedrez,
los jugadores gozaron de su belleza
como una divinidad del cielo.
Mas el hombre no lo inventó,
sino que lo descubrió en el universo
donde están todas las creaciones
como partidas en un gran trebejo.
Y quizás no haya sido en este universo
sino en uno de los múltiples universos.
¡Ajedrez: maravilloso y sublime,
que tan sólo un Dios pudo crearlo!
Publicado en el libro Inquietudes Literarias
Editorial Alsina. Buenos Aires. 2011.
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