Aquella nave pirata surgió inesperadamente sin ser detectada por el galeón español y como ya estaba muy cerca de la popa, le fue imposible escapar. El abordaje fue inmediato, y los garfios de los peones piratas no tardaron en clavarse con saña en los alfiles y caballos que defendían al galeón. Mientras, parapetados tras unas torres, se escuchaban los gritos desgarradores de los reyes y las damas que habían sido secuestrados, pidiendo que los liberen. Fue allí, cuando su madre se arrodilló frente a la bañadera llena de juguetes, los que flotaban junto con las piezas de ajedrez, provista de esponja y jabón.
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