Una sensación de placer inundó todo mi ser cuando la vi. Por un momento me dejé llevar por la ensoñación, y me sentí como un adolescente estremecido por unos labios húmedos y carnosos que me suplicaban amor.
Allí estaba ella, lejana y atractiva, con una dulce mirada de princesa, que me parecía como una mezcla de ternura y anhelos, cómplices de los míos. En esos momentos nada me importaba más en la vida, y cuando paso a paso me fui acercando lentamente hacia donde ella se encontraba, me parecía como que estaba ingresando en el paraíso.
Finalmente al llegar a su lado, de pronto surgió del cielo una mano poderosa que nos levantó a ambos y mágicamente sentí el roce sensual de su cuerpo con el mío, mientras volábamos juntos por el aire. Pero esa felicidad solo pude disfrutarla por un instante, porque ella fue apartada rápidamente de mi lado.
Fue entonces cuando esa mano poderosa me apoyó con fuerza en el lugar donde ella había estado, y mientras vibraban todas las piezas del tablero, escuché una voz fuerte y atronadora de barítono que decía:
— Peón come dama y ¡Jaque mate!
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