El jugador de ajedrez había ganado su
primera partida en el torneo. Como quería seguir en esa senda,
en la siguiente
partida jugó en
forma demasiado agresiva en la
apertura, hasta que la fría realidad le hizo ver al entrar en el
medio juego,
que su ataque había sido prematuro. En ese momento de
desesperación, intuyó que
sacrificando
un caballo podría
tener alguna
esperanza de ganar,
porque de lo contrario,
su ataque se diluiría por completo.
Luego de realizar valientemente
el sacrificio,
surgieron durante las jugadas siguientes muchas más variantes de las que hubiera
imaginado que existían. Hasta que por suerte para él, en medio de
la zozobra que fue
provocando la complejidad
de la posición, al producirse
unos tensos cambios de
piezas, logró finalmente
triunfar en esa
emocionante
partida.
En el tradicional análisis post mortem que realizó con su rival,
se acoplaron varios espectadores,
que comenzaron a preguntarle que
habría respondido ante otras
hipotéticas jugadas. Fue allí que mientras
trataba de explicarles,
el jugador fue haciendo aún más
descubrimientos de posibilidades, que ni por asomo había considerado.
Finalmente, cuando con un
cierto engreimiento les mintió
que había
visto esas combinaciones sobre el tablero, todos quedaron satisfechos
por sus aseveraciones. Pero en el fondo de su alma sabía que realmente había
ganado solo por haber tomado esa valerosa
determinación, dado que ese
sacrificio había sido demasiado profundo,
como para poder ser
dilucidado por completo en el
tiempo que disponía para realizar la jugada.
ESTO ME HA PASADO EN PARTIDA REAL
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