Esa tarde quedé en jugar al ajedrez conmigo mismo en el tablero del parque, después de ver como lo hacía el gracioso anciano en un famoso video. Cuando llegué a la mesa, mientras iba poniendo las piezas sentado a solas frente al tablero, me pregunté si realmente valía la pena. ¿De verdad quería jugar al ajedrez conmigo mismo? Al final me dije que no y que ello no me divertía. Entonces, cuando ya estaba guardando las piezas apareció un niño pequeño. Y aquí estoy, sufriendo en la partida, tratando por todos los medios de que el chico no me dé mate.
No hay comentarios:
Publicar un comentario