Un día la diosa Caissa decidió dar un paseo por la Tierra y visitó un club de ajedrez donde habían organizado un ciclo de conferencias para homenajear al gran José Raúl Capablanca. Allí, el maestro disertante, se disponía a realizar el análisis de una de sus partidas magistrales en un gran tablero electrónico mural.
La diosa del ajedrez se acomodó en una silla, vio y escuchó atentamente, hasta que al final de la exposición, en el turno destinado a las preguntas del público, levantó su mano para comentar:
--En esa partida Capablanca era Dios jugando al ajedrez.
Después se marchó un tanto enojada, porque sonriendo, el maestro se atrevió a dudar de su aseveración.
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