25/11/22

Niño distraído

Yo era un niño que me dolía la derrota, pero la humillación me dolía mucho más… Un día jugaba con mi abuelo una partida de ajedrez que ya tenía ganada, porque me encontraba en posición superior y con ventaja material. Pero todo se derrumbó, cuando de pronto mi abuelo tomó su alfil negro, y apoyándolo sobre el tablero, me gritó con una sonrisa burlona:

¡Jaque mate al niño distraído!

Completamente sorprendido ante esa jugada imprevista, incliné mi rey con muchas ganas de llorar y revolear todas las piezas por el aire. Sin embargo, fingí serenidad y arrugué la cara con un gesto que pretendía ser respetable, forzando los músculos faciales para que no se convirtieran en puchero.

Fue allí cuando mi abuelo me preguntó, con un aire irónico y triunfal:

¿El niño distraído está muy dolido y tiene miedo de pedir una revancha?—. Entonces, mientras tragaba los mocos, me armé de valor para contestarle:

¡No me dolió la derrota y claro que quiero la revancha! —, se lo dije con apenas un hilo de voz, pero salvando el honor.





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