19/8/19

Todo comenzó con una partida de ajedrez

Los cuadros blancos los días, los cuadros negros las noches,

y ante el tablero de la vida, el caprichoso destino mueve las piezas.


Cuando entré esa noche al club de ajedrez, no había prácticamente nadie y ella estaba sentada sola, esperando jugar en una de las mesas. Quizás no importe lo mucho que me maravilló cuando la vi, sino las diversas asociaciones de ideas que me atosigaron desde ese mismo momento. La mirada de ella era una señal positiva invitándome a jugar. Cuando le sonr, ella extendió su brazo ofreciéndole la silla, lo que me permitió luego de sentarme, disfrutar del placer visual de verla de frente.

Me quedé esperando y mientras nos mirábamos en silencio, me sentí juzgado favorablemente. Entonces, luego de sonreírme con simpatía, ella inició la partida con blancas. Allí tuve el presentimiento de que íbamos a hacer el amor. Pero mientras efectuaba los movimientos, pensaba que antes debía conversar, seducirla, besarla y acariciarla hasta el hartazgo.

Después de varias jugadas finalmente decidí iniciar el diálogo. Comenzamos a hablar mientras jugábamos sobre nuestras aficciones por el ajedrez y la coincidencia de nuestros gustos. En un momento dado de la partida noté que el corazón me latía más de la cuenta, y por tal motivo, aunque tenía mejor posición, le propuse tablas. Luego de mirarme sorprendida con sus hermosos ojos verdes, ella las aceptó con una sonrisa.

Entonces, la invité a caminar y cuando salimos del club a la calle, espontáneamente nos tomamos del brazo. A partir de allí hubo luna, abrazos, besos, veredas de baldosas flojas y perfume de hierbas en una esquina oscura. Luego en el departamento de ellla, hubo empanadas de carne regadas con un vino especial y finalmente el café caliente acompañado con copitas de licor. Esa noche concluyó en el dormitorio, donde consumamos el amor sobre una cama de sábanas revueltas.

Yo siempre recordaré con íntima satisfacción esa noche que comenzó nuestrro romance, luego de aquella partida de ajedrez. Sin embargo, lo más importante fue lo que pasó al otro día, luego de aquel descenlace amoroso. Al despertarnos muy felices, decidimos que a partir de allí, seguiríamos jugando juntos contra el caprichoso destino, en el tablero de ajedrez de nuestras vidas.




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