Después de haber perdido mi partida, estoy parado con el corazón apenado mirando en el club de ajedrez las partidas de mis otros otros contrincantes del torneo. Fue una noche de ajedrez apasionado, en la que estuve indeciso y temeroso. Pensé que mis combinaciones serían refutadas y dejé pasar varias veces el tren de las oportunidades perdidas, con sus vagones cargados de jugadas ganadoras. Aquellos momentos son ya irrecuperables y solo me queda esperar una nueva partida, para poder reponerme con creces de ese triste recuerdo.
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