El
día de los enamorados jugando una partida de ajedrez pensé que los
labios húmedos y tiernos de mi novia, eran los de la bella dama
blanca de marfil de mi adversario. Ante mis ojos estaba ella, tan
accesible, hermosa y apetecible, que muy ansioso pensaba alzarla con
mi caballo en la jugada siguiente. Fue allí que sorpresivamente
escuché el grito de “¡jaque mate!” de mi rival que me paralizó
el corazón. Y entonces, mi alma se llenó de impotencia en ese
ilusorio tablero de ajedrez de mi vida.
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