— Sos
un incapaz que no sabes defender tu reino. Deberías haber
actuado con ese
carácter valiente y decidido que tiene aquel peón, que siempre va
hacia delante y nunca retrocede —, le dijo la dama,
señalándoselo al
rey.
— Sin embargo, todavía estás conmigo y aún no está todo perdido—, le repicó el rey.
— Sos un rey obcecado que no te das cuenta que las fuerzas enemigas ya nos están cercando. Ahora no me queda más remedio que buscar a alguien para que me proteja de las amenazas, porque si me atrapan cae el reino —, le dijo la dama, y al terminar la frase, cuando el rey giró la cabeza, grande fue su sorpresa al ver que ella ya no estaba a su lado.
La muy infiel se había ido corriendo presurosa para guarecerse del peligro que la asechaba, tras ese joven y esbelto peón que la había subyugado.
— Sin embargo, todavía estás conmigo y aún no está todo perdido—, le repicó el rey.
— Sos un rey obcecado que no te das cuenta que las fuerzas enemigas ya nos están cercando. Ahora no me queda más remedio que buscar a alguien para que me proteja de las amenazas, porque si me atrapan cae el reino —, le dijo la dama, y al terminar la frase, cuando el rey giró la cabeza, grande fue su sorpresa al ver que ella ya no estaba a su lado.
La muy infiel se había ido corriendo presurosa para guarecerse del peligro que la asechaba, tras ese joven y esbelto peón que la había subyugado.
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