Un anciano era muy popular y
conocido en el club de ajedrez, porque concurría asiduamente para observar
con gesto serio y solemne las partidas de los torneos. Pero
en los últimos tiempos se la pasaba criticando las jugadas que realizaba un joven
ajedrecista que participaba en los mismos.
Al terminar cada una de
sus partidas, le reprochaba haber adoptado una apertura determinada o
no efectuar tal o cual variante en el medio juego, o haber dejado un
peón aislado en el final. El anciano
parecía disfrutar persiguiendo y martirizando al joven con sus
punzantes críticas.
Un día se produjo una conmoción en el club, cuando se enteraron que el viejo había fallecido repentinamente de un síncope cardíaco. Al conocer la noticia, el joven se apenó, aunque pensó que para él sería un alivio en su futuro ajedrecístico.
Un día se produjo una conmoción en el club, cuando se enteraron que el viejo había fallecido repentinamente de un síncope cardíaco. Al conocer la noticia, el joven se apenó, aunque pensó que para él sería un alivio en su futuro ajedrecístico.
Pero a la semana siguiente del
velorio comenzaron a pasar cosas extrañas en su casa. El joven
percibía la presencia del anciano por todos lados. En un momento dado, hasta llegó a
escuchar sus pasos en las habitaciones contiguas y su tos ronca en el
baño cuando no había
nadie en la casa.
Una noche, mientras dormía después de haber perdido en una intensa partida disputada en el club, se despertó sobresaltado porque le pareció percibir la presencia del anciano junto a él. Y fue al abrir los ojos, cuando lo invadió el pánico al ver su imagen fantasmal parada al pie de su cama.
Una noche, mientras dormía después de haber perdido en una intensa partida disputada en el club, se despertó sobresaltado porque le pareció percibir la presencia del anciano junto a él. Y fue al abrir los ojos, cuando lo invadió el pánico al ver su imagen fantasmal parada al pie de su cama.
Entonces, tratado de sobreponerse
relajó sus nervios, y
abriendo los labios como pudo, le preguntó:
— ¿Qué es lo que quieres decirme?
El anciano acercó su espectral cara al rostro del ajedrecistas y le susurró a su oído:
— ¿Qué es lo que quieres decirme?
El anciano acercó su espectral cara al rostro del ajedrecistas y le susurró a su oído:
— La partida que jugaste esta noche
fue una porquería, no deberías haber aceptado ese sacrificio de
peón que estaba envenenado.
El joven no lo podía creer: ¡El alma en pena del anciano criticón había vuelto desde el más allá para reprocharle como jugaba!
El joven no lo podía creer: ¡El alma en pena del anciano criticón había vuelto desde el más allá para reprocharle como jugaba!
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