Al
atender el mensaje de su celular apareció la figura de un emoticón
llorando, e intrigado vio que número de teléfono del cual provenía
era el de
su
rival ajedrecístico, al que había destrozado y humillado en la
partida que habían jugado hacía sólo unos instantes en el torneo
del club de ajedrez.
Entonces
quiso esbozar una sonrisa, pero no tuvo tiempo, porque comenzó a
sentir los efectos letales del veneno que había ingerido en el
caramelo que su rival amablemente
le
había convidado.
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