Estaba
en el parque jugando al ajedrez
con un amiguito,
cuando me sorprendió el
bullicio ensordecedor del
recreo de la escuela lindera.
Mientras trataba de
concentrarme nuevamente
en la partida, apareció una
nena muy pequeña,
quien señalando con el dedo extendido me dijo:
— Aquella quiere ser tu novia.
Seguí con la vista la dirección del dedo y apoyada en el alambrado que separaba el parque con el patio de la escuela, vi a una chica rubia que me miraba sonriendo con su guardapolvo blanco.
—Fue a partir de ese momento, cuando comencé con ella la partida de amor en el tablero de mi vida —, contaba el maestro de ajedrez a sus amigos, en la cena de celebración de sus treinta años de casado.
— Aquella quiere ser tu novia.
Seguí con la vista la dirección del dedo y apoyada en el alambrado que separaba el parque con el patio de la escuela, vi a una chica rubia que me miraba sonriendo con su guardapolvo blanco.
—Fue a partir de ese momento, cuando comencé con ella la partida de amor en el tablero de mi vida —, contaba el maestro de ajedrez a sus amigos, en la cena de celebración de sus treinta años de casado.
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