Ella era una hermosa dama blanca y el un apuesto y reluciente rey negro. Aquella noche, la dama blanca desató sobre el tablero de ajedrez un sinnúmero de jaques provocativos. Pero al rey negro, a pesar del peligro, le daba mucho placer esquivarlos con movimientos sensuales. Y luego de esas acciones voluptuosas, al concluir el juego, se originó entre ambos un desenfrenado amor pasional. A la mañana siguiente, la encargada de la limpieza los encontró apoyados uno contra el otro, rodeados por las demás piezas dispersas sobre el tablero.
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